sábado, 1 de marzo de 2025

HOMILÍA CATEQUÉTICA PARA EL COMIENZO DE LA SANTA Y GRAN CUARESMA

 



HOMILÍA CATEQUÉTICA PARA EL COMIENZO DE LA SANTA Y GRAN CUARESMA

 

+ B A R T O L O M É

POR LA MISERICORDIA DE DIOS

ARZOBISPO DE CONSTANTINOPLA - NUEVA ROMA

Y PATRIARCA ECUMÉNICO

A LA PLENITUD DE LA IGLESIA

QUE LA GRACIA Y LA PAZ

DE NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR JESUCRISTO,

JUNTO CON NUESTRA ORACIÓN, BENDICIÓN Y PERDÓN

ESTÉN CON TODOS VOSOTROS

* * *

 

Honorabilísimos hermanos Jerarcas y benditos hijos en el Señor:

Una vez más, por la voluntad y la gracia de Dios, el Dador de todo lo bueno, entramos en la Santa y Gran Cuaresma, bendito período de ayuno y arrepentimiento, de vigilancia espiritual y de caminar con el Señor, al acercarse a su pasión voluntaria, para alcanzar la veneración de su espléndida Resurrección y hacernos dignos de nuestro propio paso de las cosas terrenas a aquello que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar” (1 Cor 2,9).

En la Iglesia primitiva, la Santa y Gran Cuaresma era un período de preparación de los catecúmenos, cuyo bautismo tenía lugar durante la Divina Liturgia de la fiesta pascual. Esta conexión con el bautismo también se conserva en la comprensión de la experiencia de la Gran Cuaresma como período por excelencia para el arrepentimiento que se describe como “una renovación del bautismo”, “un segundo bautismo”, “un contrato con Dios para una segunda vida”; dicho de otro modo, una regeneración de los dones del bautismo y promesa de Dios para el comienzo de una nueva forma de vida. Los Oficios e himnos de este período asocian la lucha espiritual de los fieles con la expectación de la Pascua del Señor, mediante la cual el ayuno de cuarenta días irradia la fragancia del gozo pascual.

La Santa y Gran Cuaresma es una oportunidad para tomar conciencia de la profundidad y riqueza de nuestra fe como “encuentro personal con Cristo”. Se subraya con razón que el cristianismo es “extremadamente personal”, sin que esto suponga que sea “individualista”. Los fieles “encuentran, reconocen y aman al mismo y único Cristo”, “el único que reveló a la persona humana verdadera y perfecta” (Nicolás Cabásilas). Él invita a todos (y a cada uno en persona) a la salvación, de modo que la respuesta de cada uno siempre pueda estar “enraizada en la fe común” y, “al mismo tiempo, ser única”.

Recordemos lo que dice San Pablo: “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gál 2,20). En este caso, las palabras “en mí”, “me” y “por mí” no contradicen a las palabras “en nosotros”, “nos” y “por nosotros” en referencia a nuestra “salvación común”.

Siempre agradecido por los dones celestiales de su regeneración en Cristo, el Apóstol de la libertad “hace suyo lo compartido”, como si el Verbo preeterno de Dios se hubiera encarnado, crucificado y resucitado “para él en persona”.

Nuestra experiencia de fe es “única” y “profundamente personal” como libertad que Cristo nos ha entregado, como algo al mismo tiempo “esencialmente eclesial”, una experiencia de “libertad común”. Esta genuina libertad en Cristo se expresa en forma de amor y apoyo a nuestro prójimo concreto, tal y como se describe en la Parábola del Buen Samaritano (Lc 10,30-37) y en el pasaje sobre el Juicio Final (Mt 25,31-46), pero también en forma de respeto y preocupación por el mundo y por un acercamiento eucarístico a la creación. La libertad en Cristo tiene una naturaleza personal y holística que se revela especialmente durante la Santa y Gran Cuaresma en su comprensión del ascetismo y el ayuno. La libertad cristiana, como autenticidad y plenitud existencial, no implica un ascetismo sombrío, una vida sin gracia y sin alegría, “como si Cristo nunca hubiera venido”; es más, el ayuno no es solo “abstinencia de alimentos”, sino “renuncia al pecado”, lucha contra el egoísmo, alejamiento voluntario del ego y acercamiento al hermano necesitado, “un corazón que arde por el bien de la creación”. La naturaleza holística de la espiritualidad se apoya en la experiencia de la Gran Cuaresma como itinerario hacia la Pascua y anticipo de “la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8,21).

Rogamos que nuestro Salvador Jesucristo nos haga a todos dignos de transitar el camino de la Santa y Gran Cuaresma con ascesis, arrepentimiento, perdón, oración y libertad divina. Y concluimos con las palabras de nuestro Padre espiritual, el Metropolitano Melitón de Calcedonia, de bendita memoria, durante la Divina Liturgia del Domingo de los Lácteos de 1970 en la Catedral Metropolitana de Atenas: “Al entrar en la Santa Cuaresma, lo que nos espera al final es la visión, el milagro y la experiencia de la Resurrección, experiencia principal de la Iglesia ortodoxa. Avancemos hacia esa visión y experiencia, pero no sin haber recibido y ofrecido perdón; no con un ayuno simplemente de carne y aceite; no con un sentido de hipocresía, sino con libertad divina, en espíritu y verdad, en el espíritu de la verdad, en la verdad del espíritu”.

Santa y Gran Cuaresma 2025

+ BARTOLOMÉ de Constantinopla

Fervoroso suplicante ante Dios por todos