† B A R T O L O M É
POR LA MISERICORDIA DE DIOS ARZOBISPO DE CONSTANTINOPLA- NUEVA ROMA Y PATRIARCA ECUMÉNICO
AL PLÉROMA DE LA IGLESIA
GRACIA, PAZ Y MISERICORDIA DEL HACEDOR DE TODA LA CREACIÓN NUESTRO SEÑOR DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO
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Reverendísimos hermanos Jerarcas y amados hijos en el Señor:
Han pasado ya treinta y cinco años desde que el Santo y Sagrado Sínodo del Patriarcado Ecuménico estableciera el 1 de septiembre, Fiesta de la Indicción y comienzo del año eclesiástico, como Día de Oración por la Protección del Medio Ambiente. Esta bendita iniciativa ha tenido mucho eco y ha producido abundantes frutos. Las actividades ecológicas multidimensionales de la Santa y Gran Iglesia de Cristo se centran hoy en el fenómeno del cambio climático (o más bien de la crisis climática), que ha causado un “estado de emergencia planetaria”.
Apreciamos la contribución de los movimientos medioambientales, los acuerdos internacionales para la protección del medio ambiente, el compromiso con este problema por parte de los científicos, la contribución de la educación medioambiental, la sensibilidad ecológica y la movilización de innumerables personas, sobre todo de las generaciones más jóvenes. Sin embargo, insistimos en que lo que hace falta es un “giro copernicano” axiológico, un cambio radical mundial de mentalidad, una revisión sustancial de la relación entre la humanidad y la naturaleza; de otro modo, seguiremos tratando las consecuencias catastróficas de la crisis ecológica mientras permanecen intactas y activas las raíces del problema.
La amenaza medioambiental es solo un aspecto de la crisis general en que se encuentra la civilización contemporánea. En este sentido, no podemos enfrentarnos con éxito al problema basándonos en los principios de esa misma civilización y en sus razonamientos, que son los que la han causado. En repetidas ocasiones hemos expresado nuestra convicción de que las iglesias y las religiones pueden contribuir de modo significativo a una conversión vital, espiritual y de valores en favor del futuro de la humanidad y del planeta. La fe religiosa genuina disuelve la arrogancia y el titanismo de la humanidad, pues constituye un muro de contención frente a su transformación en un “hombre-dios” que aniquila todo criterio, límite y valor al declararse a sí mismo “la medida de todas las cosas” e instrumentaliza tanto a suprójimo como a la naturaleza para satisfacer sus insaciables necesidades y sus arbitrarios empeños.
La experiencia de siglos nos enseña que, sin un apoyo espiritual y evaluativo “arquimediano”, la humanidad no puede evitar los riesgos de un “antropologismo” nihilista. Este es el legado del espíritu clásico tal y como lo articuló Platón a través del principio de que “Dios es para nosotros la medida de todas las cosas” (Leyes, IV, 716 C). Esta comprensión de la humanidad y su responsabilidad a través de su relación con Dios se expresa mediante la enseñanza cristiana sobre de la creación de Adán “a imagen y semejanza de Dios” y sobre la asunción de la naturaleza humana por parte del Verbo pre-eterno de Dios para nuestra salvación y la renovación de toda la Creación. La fe cristiana reconoce el valor supremo tanto de de la humanidad como de la creación. En este espíritu, pues, el respeto a la sacralidad de la persona humana y la protección de la integridad de la Creación (que es “muy buena”) son inseparables. La fe en el Dios de la sabiduría y el amor inspira y apuntala las fuerzas creativas de la humanidad, fortaleciéndola frente a los desafíos y las pruebas incluso cuando parece humanamente imposible superarlas.
Nuestros esfuerzos se han dirigido y se siguen dirigiendo a fomentar la colaboración interortodoxa e intercristiana con el fin de proteger a la humanidad y a la Creación, así como a introducir este tema en el diálogo interreligioso y en las acciones comunes de las religiones. Es más, hacemos especial hincapié en la necesidad de comprender que la crisis ecológica contemporánea afecta en primer lugar y sobre todo a los habitantes más pobres de la Tierra. En el documento del Patriarcado Ecuménico titulado “Por la vida del mundo: hacia un espíritu social de la Iglesia ortodoxa”, este tema es subrayado de manera especial junto con la preocupación esencial de la Iglesia a la luz de las consecuencias del cambio climático: “Debemos comprender que servir a nuestro prójimo y conservar el medio natural son dos aspectos conectados de manera íntima e inseparable. Existe un vínculo indisoluble entre nuestro cuidado de la Creación y nuestro servicio al Cuerpo de Cristo, igual que lo hay entre entre las condiciones económicas de los pobres y las condiciones ecológicas del planeta. Los científicos nos dicen que los más perjudicados por la crisis ecológica actual seguirán siendo los que menos tienen. Esto significa que el cambio climático es también una cuestión de bienestar y justicia social” (párrafo 76).
Para concluir os deseamos, honorabilísimos hermanos y queridísimos hijos, un año nuevo eclesiástico lleno de bendiciones divinas y abundante fruto, e invocamos sobre todos vosotros, por la intercesión de la “Panayía Panmakáristos”, cuyo maravilloso y milagroso icono honramos, celebramos y veneramos humildemente en este día, la gracia vivificante y la misericordia sin límites del Creador de todo y Dios de toda maravilla.
1 de septiembre de 2024
† Bartolomé de Constantinopla
Fervoroso suplicante por todos vosotros ante Dios