Por la gracia de Dios Arzobispo de Constantinopla-Nueva Roma y Patriarca Ecuménico,
Al pléroma de la Iglesia,
Gracia, Paz y Misericordia del Hacedor de toda la Creación,
Nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo
Reverendísimos hermanos Jerarcas y queridos hijos en el Señor:
Al comenzar hoy, con la bendición de Dios, el nuevo año eclesiástico, honramos con la Fiesta de la Indicción el “Día para la protección del medio ambiente” y ofrecemos gloria y agradecimiento al Creador de todo por “el gran don de la creación”.
Proclamamos una vez más con todo nuestro corazón que el respeto de la creación y la constante preocupación por su protección forman parte del núcleo de nuestra identidad ortodoxa como uno de sus elementos más preciosos. La Iglesia reconoce y enseña que la causa del alejamiento humano de la creación -que es “muy buena”- y de nuestro prójimo es el “alejamiento de Dios”. También nos recuerda con valentía que no hay auténtica libertad sin la Verdad ni fuera de ella, pues esta es la que en realidad nos libera. “Conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres” (Juan 8,32).
Desde hace más de tres décadas, la Santa Iglesia de Cristo promueve insistente y dinámicamente el mensaje ecologista de la Ortodoxia a través de sus diversas iniciativas. El 1 de septiembre de 1989 significará y simbolizará para siempre el comienzo de un movimiento que produjo mucho fruto, aumentó la sensibilización hacia las raíces y parámetros espirituales y éticos de la destrucción del medio ambiente, movilizó a individuos e instituciones, inspiró al resto del mundo cristiano y subrayó la manera de responder a este gran desafío, que pasa en primer lugar por comprender su conexión con la crisis de la libertad humana y la necesidad de un cambio radical de mentalidad y conducta de cara a la creación, y en segundo lugar por una acción común y universal dadas las dimensiones mundiales y las trágicas consecuencias de la destrucción ecológica.
Constituyen un legado my valioso para el futuro los muchos e importantes escritos que se han producido en el campo de la ecología teológica, entre los que ocupa un lugar muy destacado la obra de Su Eminencia el Metropolita Anciano Juan de Pérgamo, gran profesor y académico. También se encuentra una inagotable fuente de inspiración en las presentaciones de los nueve simposios internacionales sobre el agua, que contaron con la presencia de renombrados especialistas y científicos, así como de representantes del mundo cultural y espiritual. Estos textos son especialmente útiles para la educación medioambiental, que tiene un lugar significativo en los sistemas educativos actuales. Tal y como se ha dicho (y con mucho acierto) “En el futuro, una educación sin una orientación ecológica será solo una parodia de la verdadera educación”.
El desarrollo sostenible es el único camino posible, ya que procurará un equilibrio ecológico para el presente y constituirá una garantía para el futuro, pero para ello se han de dar ciertas condiciones: una economía ecológica y cambios en la productividad agrícola y biomecánica, la producción y el uso de la energía, el desplazamiento y el transporte de mercancías, nuevos modelos de consumo, etc. Desgraciadamente, las buenas intenciones, los acuerdos y las proclamas a menudo se quedan en el ámbito teórico: son solo “bonitas palabras” sin efecto sobre la acción, “recomendaciones superficiales”, tal y como se ha escrito. La humanidad no ha aprendido de las consecuencias del cambio climático: los fuegos devastadores, las olas de calor, las inundaciones, la rápida reducción de la biodiversidad, la contaminación de la atmósfera y de los mares, la deforestación y las repercusiones sociales de la crisis medioambiental, revelada sobre todo en las migraciones en masa por motivos ecológicos. La humanidad sigue engañándose respecto de la supuesta capacidad innata de la naturaleza para protegerse a sí misma y para superar los daños causados por el hombre. Somos conscientes de ello, pero seguimos actuando como si no lo supiéramos, encubriendo el hecho de que, por lo que respecta a su relación con el medio ambiente, nuestra civilización moderna, tecnocrática y centrada en la economía no supone un progreso, ya que la mayor destrucción del medio ambiente ha tenido lugar precisamente en nuestra época, en la que priman la ciencia y la economía. El cambio climático supone una inmensa destrucción causada por la irresponsabilidad humana y demuestra el callejón sin salida que es nuestro modelo de organización económica. Solo tendremos futuro si entendemos que la protección de la integridad de la creación no solo no constituye un obstáculo para nuestro desarrollo económico, sino que en realidad es el instrumento para un verdadero progreso.
Este año, la celebración del Día para la protección de la creación se ve empañada por el sonido de las armas en Ucrania, por el llanto de las víctimas de la violencia militar, por el bombardeo de las ciudades e infraestructuras, por el gemido de la naturaleza y el lamento de los refugiados. Toda guerra es una catástrofe humanitaria y ecológica. La actual violencia, además de miles de vidas humanas, también destruye el medio ambiente mediante la contaminación, ya que obliga a naciones y pueblos a recurrir de nuevo a medios de obtención de la energía que son perjudiciales para la naturaleza. Así, la humanidad entra en un nuevo círculo vicioso de callejones sin salida destructivos, lo que confirma el viejo dicho de que el ‘homo sapiens’ sigue comportándose hasta nuestros días como un ‘homo demens’, de un modo imprudente e irracional.
Hermanos en el Señor y queridos hijos:
Para la Iglesia, los elementos del mundo, según una fórmula teológica, “no son simplemente un material utilitario o útil para suplir las necesidades individuales de los seres humanos, sino acciones de la Persona del único Creador”. Todo lo creado por Dios bendice, alaba y exalta al mismo Dios por todos los siglos: los cielos proclaman su gloria. Este es el mensaje expresado por la preocupación de la Gran Iglesia de Cristo en pos de la protección de la creación. La vida de la Iglesia de Cristo es un anticipo de todo lo que esperamos en el Reino del Padre, del Hijo y de Espíritu Santo. En nuestro caminar hacia el ‘Ésjaton’, la Santa Iglesia le ofrece al mundo el Evangelio de la gracia como guía y la firme convicción de que el mal, en todas sus formas, no tendrá la última palabra en la historia del mundo.
Para concluir, os deseamos un bendecido y fructífero año nuevo eclesiástico, e invocamos sobre todos vosotros, por las intercesiones de la primera de entre los Santos, la ‘Zeotokos Panmakáristos’, la gracia vivificadora y la gran misericordia del creador y redentor de todo, primicias y perfeccionador de nuestra fe inmaculada, a quien sea la gloria y el dominio por siglos sin fin. ¡Amén!
1 de septiembre de 2022
†Bartolomé de Constantinopla
Fervoroso suplicante por todos ante Dios