A todos nuestros hermanos y hermanas de la comunidad musulmana mundial.
Nos dirigimos a vosotros desde el centro de la cristiandad ortodoxa, el Patriarcado Ecuménico, que reside en Estambul desde hace casi dos milenios. Desde este santo e histórico lugar, con ocasión del final del mes de ayuno del Ramadán, expresamos nuestras fervientes oraciones y nuestros mejores deseos de todo corazón a nuestros hermanos y hermanas de religión islámica de todo el mundo ahora que marcáis la ruptura del ayuno con una celebración de alegría, amor y esperanza. Así como el ayuno, uno de los cinco grandes pilares del Islam, es una práctica solemne y común a todas las religiones abrahámicas como recordatorio de nuestra absoluta dependencia de Dios, la fiesta es también una tradición sagrada de todas las religiones como reconocimiento de nuestra confianza los unos en los otros.
¡Qué maravilloso es que el elemento vital del alimento reúna a todo el mundo en el bendito acto de compartir una mesa común! La comida se convierte en fuente de espiritualidad y motivo de fiesta. Esto nos acerca un poco más a nuestros hermanos y hermanas musulmanes de todo país y continente. Nos conecta como líderes religiosos y creyentes piadosos, como hombres y mujeres, jóvenes y mayores. De hecho, la comida es una necesidad básica de todo el mundo, ricos y pobres, saciados y hambrientos, asentados y refugiados. El alimento es igualmente sustancial para los que gozan de seguridad y para los que sufren, para los que se regocijan y para los que están de luto. Y, sobre todo, une a todos, independientemente de sus convicciones religiosas, porque ante Dios no hay distinción alguna entre los seres humanos.
Sin embargo, más allá de la comida y el ayuno, hay otros campos en los que podemos y debemos encontrar parámetros comunes y aspectos benévolos de nuestra naturaleza humana. El amor, la filantropía, la misericordia y la justicia constituyen un terreno fértil para la coexistencia pacífica y la cooperación cultural entre todos nosotros. Recordamos con viveza el versículo del Antiguo Testamento: «la justicia y la paz se besan» (Salmo 85,10), y tomamos renovada conciencia de cuán necesarias son estas nociones en nuestro mundo contemporáneo.
La magnitud de esta realidad y la magnificencia del amor de Dios son las que nos impulsan a compartir con vosotros la alegría festiva y a felicitaros por el ayuno y la fiesta del Ramadán. Que el mismo Dios traiga paz a todos los pueblos y prosperidad al mundo.
12 de mayo de 2021
+ B A R T O L O M É
Arzobispo de Constantinopla-Nueva Roma
y Patriarca Ecuménico
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Fotografía: Nikos Papachristou / Patriarcado Ecuménico