En el calendario bizantino son numerosas las fiestas votivas de la Santísima Virgen María, no sólo en memoria de su vida, desde su concepción hasta su dormición y tránsito a la vida eterna, sino también a su intercesión maternal, como se atestigua en las composiciones himnográficas y las oraciones a Ella dirigidas. Ahora bien, la intercesión de la Madre de Dios no se añade a la de Cristo. Ni la teología bizantina ni la Iglesia ortodoxa han tenido nunca a la Virgen María como "Corredentora". La intercesión, la mediación, la protección de la Santísima Virgen se ejercen dentro de las de Cristo, igual que ocurre con los santos.
El himno más antiguo dedicado a la Virgen, "Bajo tu Amparo", que data del siglo IV y quizás se remonte al siglo III, atestigua que desde los primeros tiempos los cristianos reconocían e imploraban la protección de Nuestra Señora ante su divino Hijo. La Iglesia siempre ha admitido que las oraciones de los justos pueden obtener para los cristianos la misericordia y la ayuda divinas, como aquellos hombres de Cafarnaum que, llenos de fe, llevaron a los pies de Jesús a un paralítico obteniendo su curación. De la misma manera que los vivos pueden rezar por otros, también, y por el poder de la Resurrección de Cristo, quienes están ya en la otra vida pueden orar por los vivos. La Santísima Virgen, que intervino ante Jesús es las bodas de Caná consiguiendo el primer milagro de su Hijo ¿dejará de hacerlo ahora?
Los Menologios están repletos de referencias a la intercesión milagrosa de la Virgen, a sus apariciones, a las manifestaciones de su extraordinario poder por medio de los iconos particularmente venerados de la Madre de Dios y que han dado lugar a numerosas fiestas y devociones como la que hoy celebramos: la Protección de la Madre de Dios ( en eslavo "Pokrov", en griego "Hagia Skepi", trasladada en Grecia al 28 de octubre después de la II Guerra Mundial). Ni la muerte ni el sepulcro pudieron quitarle a la Santísima Virgen su poder de interceder y proteger a los de aquí abajo. Ella es la Protectora por excelencia, la Muralla invencible, la Fortaleza inexpugnable, la que nunca desoye a los fieles que ponen en Ella su confianza.
En su intercesión, la Virgen María actúa como una madre. Ella es la Madre de Cristo, pero es también la Madre de sus fieles después del encargo que, desde la Cruz, hizo el Señor al apóstol san Juan. Por la Redención, la humanidad se convierte en hijos adoptivos de Dios y la que fuera Madre en la carne del Hijo de Dios, se convierte en Madre por adopción de aquéllos por los que Cristo murió. Aunque estas dos adopciones se realizan en planos diferentes, ambas son posibles por la obra de Cristo en la Cruz.
Para algunos cristianos el lugar que la Virgen María ocupa en la Iglesia les parece privilegiado, pero no es así. Su estatus es único a causa de que sólo hay una Madre de Dios porque sólo hay un Cristo. En realidad estas opiniones han aparecido desde el siglo pasado, pero anteriormente no era así. No olvidemos la gran ley del Reino: "El más grande en el Reino debe ser el servidor de todos" (Mt, 20, 26-27). Ella, que es bendita entre todas las mujeres es también la sierva, la Sierva del Señor y, por tanto, la más amada por Dios de entre toda la humanidad. Y así sigue igual de amada en la gloria, donde sigue intercediendo por su plegaria, como en Cana, o por su compasión, como en la Cruz.
¿No es Ella la puerta del cielo que abre la salvación a la humanidad? ¿No es Ella la escala mística por la cual descendió el Hijo de Dios para hacerse hombre? Pues por esa misma escala asciende el creyente al cielo.
La Santísima Virgen es la abogada de los que acuden a su intercesión; el socorro de los cristianos porque Ella no rechaza la voz suplicante de los pecadores que a Ella acuden; el puerto seguro de los que son golpeados por la tempestad, socorro de los indigentes, soberana de los angustiados. En las bodas de Caná, aún a pesar de las palabras de su Hijo, "Aún no ha llegado mi hora", la Santísima Virgen consigue el milagro, lo que nos muestra el inmenso poder de intercesión y mediación, haciendo incluso que se puedan desplazar los límites del tiempo concedido por Dios.
Contando con esa seguridad, la Iglesia Ortodoxa dirige sus plegarias a la Santísima Virgen pidiéndole su protección para el pueblo cristiano porque, como cantábamos el 15 de agosto, "Con tu Dormición, no has abandonado al mundo, ¡oh Madre de Dios!"
+ Arch. Demetrio