Breve reflexión de Su Eminencia Rvdma. Policarpo, Arzobispo Metropolitano Ortodoxo de España y Portugal, durante la Plegaria Ecuménica por la protección de la creación (Madrid, 7 de septiembre de 2019)
Queridos hermanos obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos:
El 1 de septiembre de 2019 se ha cumplido el 30º aniversario desde que el Patriarcado Ecuménico estableció la fiesta de la Indicción y el primer día del año eclesiástico como “el día de la protección del medio ambiente”, dirigiéndose no solamente a los fieles ortodoxos ni a los otros cristianos o incluso a los representantes de otras religiones, sino también a los líderes políticos, sociales, científicos, intelectuales y a toda persona de buena voluntad.
El interés por la protección de la creación no debe surgir como reacción o como resultado de la crisis ecológica contemporánea. El fundamento de la preocupación por el medio ambiente natural reside en la identidad y la teología de la Iglesia. El respeto y el cuidado por la creación son una dimensión de nuestra fe cristiana, el contenido de nuestra vida en la Iglesia y como Iglesia. La vida misma eclesiástica es “una ecología experimentada”, un respeto aplicado y cuidado por la creación. En esencia, la cuestión vital de la protección del medio ambiente es para la Iglesia una extensión de la Divina Eucaristía en todas las dimensiones de su relación con el mundo. La vida litúrgica de la Iglesia, el espíritu ascético, el servicio pastoral y la experiencia de la cruz y la resurrección por parte de los fieles, el deseo insaciable de la eternidad: todo esto comprende una comunión de personas para las cuales la realidad natural no puede reducirse a un objeto o materia útil para satisfacer las necesidades de un individuo o de una sociedad; al contrario, esta realidad es considerada obra del Dios Trino, que nos llama a respetarla y protegerla, convirtiéndonos así en sus “compañeros de trabajo”, “mayordomos”, “guardianes” y “sacerdotes” de la creación para cultivar una relación eucarística con ella.
El cuidado del medio ambiente no es una actividad adicional, sino una expresión esencial de la vida de la Iglesia. No tiene un carácter secular, sino más bien puramente eclesiástico. Es un “misterio litúrgico”. La ecología teológica no se refiere simplemente al desarrollo de una conciencia ecológica o a la respuesta a problemas ecológicos sobre la base de los principios de la antropología y cosmología cristianas; por el contrario, implica la renovación de toda la creación en Cristo, tal y como se realiza y experimenta en la Santa Eucaristía, que es imagen y anticipo de la plenitud escatológica de la Economía Divina en la totalidad doxológica y el esplendor luminoso del Reino celestial.
La crisis ecológica revela que nuestro mundo es un todo, que nuestros problemas son globales y compartidos. Es inconcebible que la humanidad reconozca la gravedad del problema y, sin embargo, siga respondiendo con el olvido. Prevalece ampliamente la idea pasiva de que “no hay otra alternativa” frente a la velocidad frenética de la economía mundial contemporánea globalizada; por lo tanto, cualquier forma alternativa de desarrollo que comprenda los principios de la solidaridad social y la justicia es sofocada. Por eso debemos prestar especial atención a la formación cristiana de nuestra juventud, para que pueda funcionar como caldo de cultivo y desarrollo de un espíritu ecológico y solidario. La lucha por la protección del medio ambiente y la lucha por la promoción de la paz y la justicia son inseparables. No existe un progreso genuino cuando la creación, que es “muy buena”, y la persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios, sufren.
¡Muchísimas gracias!