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miércoles, 29 de agosto de 2018

Mensaje de Su Santidad el Patriarca Ecuménico para la Indicción 2018


✠ BARTOLOMÉ

Por la misericordia de Dios Arzobispo de Constantinopla-Nueva Roma y Patriarca Ecuménico

Al pléroma de la Iglesia: gracia, paz y misericordia del Creador de todo, nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo

Queridos hermanos y hermanas en el Señor,

Veintinueve años han pasado desde que la Madre Iglesia estableció la Fiesta de la Indicción como "Día para la protección del medio ambiente". A lo largo de todo este tiempo, el Patriarcado Ecuménico ha inspirado y liderado diversas actividades que han traído mucho fruto y han puesto de relieve los recursos espirituales y ecológicos de nuestra tradición ortodoxa.

Las iniciativas ecológicas del Patriarcado Ecuménico han servido de estímulo para que la teología muestre los principios beneficiosos para el medio ambiente de la antropología y la cosmología cristianas, así como para promover la verdad de que ninguna visión para el discurrir de la humanidad a lo largo de la historia tiene valor alguno si no incluye asimismo la expectativa de un mundo que funcione como verdadero "hogar" (oikos) para la humanidad, especialmente en un momento en que la actual y creciente amenaza contra el medio natural implica la posibilidad de una destrucción ecológica mundial. Esta evolución es la consecuencia de la elección de un desarrollo económico, tecnológico y social que no respeta ni el valor del ser humano ni la santidad de la naturaleza. Es imposible cuidar de verdad a los seres humanos si al mismo tiempo se destruye el medio natural como fundamento de la vida, minando esencialmente el futuro de la humanidad.

Aunque no consideramos apropiado juzgar la civilización moderna con criterios relacionados con el pecado, deseamos señalar que la destrucción del medio natural en nuestra época está asociada con la arrogancia humana contra la naturaleza y nuestra relación de dominio hacia el medio ambiente, así como con el modelo de eudemonismo o disposición a la codicia como actitud general en la vida. Aunque sea incorrecto creer que los seres humanos estaban mejor en el pasado, es igualmente inadecuado cerrar los ojos a lo que está ocurriendo hoy. El futuro no pertenece a la humanidad si esta busca persistentemente el placer artificial y la satisfacción de lo novedoso: vivir en un derroche egoísta y provocador al tiempo que se pasa por alto a los demás o se explota injustamente a los vulnerables. El futuro pertenece a la recta justicia y al amor compasivo, a una cultura de la solidaridad y el respeto a la integridad de la creación.

Este 'ethos' y esta cultura están preservados en la tradición eclesial divina y humana de la Ortodoxia. La vida sacramental y devocional de la Iglesia experimenta y expresa una visión, un planteamiento y un uso eucarístico de la creación. Tal relación con el mundo es incompatible con cualquier forma de introversión e indiferencia hacia la creación, con cualquier tipo de dualismo que separa la materia del espíritu y mina la creación material. Por el contrario, la experiencia eucarística sensibiliza y moviliza al creyente a una acción en el mundo respetuosa del medio ambiente. En este espíritu, el Santo y Gran Concilio de la Iglesia Ortodoxa hizo hincapié en que "en los sacramentos de la Iglesia, la creación es afirmada y se anima a los seres humanos a actuar como mayordomos, protectores y 'sacerdotes' de la creación, ofreciéndola como doxología al Creador" (Encíclica, párrafo 14). Todo tipo de abuso y destrucción de la creación, junto con su transformación en objeto de explotación, constituye una distorsión del espíritu del Evangelio cristiano. No es casualidad que la Iglesia Ortodoxa haya sido caracterizada como la expresión ecológica del cristianismo en tanto en cuanto que es la Iglesia que ha conservado la Santa Eucaristía como centro de su existencia.

Por consiguiente, las iniciativas ecológicas del Patriarcado Ecuménico no se han desarrollado simplemente en respuesta o reacción a la moderna e inaudita crisis ecológica, sino como expresión de la vida de la Iglesia, como extensión del 'ethos' eucarístico en la relación del creyente con la naturaleza. Esta conciencia ecológica innata de la Iglesia fue valientemente declarada frente a la amenaza contemporánea contra el medio natural. La vida de la Iglesia Ortodoxa es ecología aplicada, un respeto tangible e inviolable hacia el medio natural. La Iglesia es un acto de comunión, una victoria sobre el pecado y la muerte, así como sobre la autocomplacencia y el egocentrismo, que constituyen la causa misma de la devastación ecológica. El creyente ortodoxo no puede permanecer indiferente ante la crisis ecológica. El cuidado de la creación y la protección del medio ambiente son la ramificación y la articulación de nuestra fe ortodoxa y nuestro 'ethos' eucarístico.

Está claro, pues, que para contribuir y responder eficazmente al desafío ecológico al que nos enfrentamos la Iglesia tiene que reconocer e investigar las cuestiones más relevantes. Todos conocemos que la mayor amenaza para nuestro mundo es actualmente el cambio climático y sus consecuencias destructoras, incluso para nuestra supervivencia en el planeta. Este tema fue uno de los principales en el 9º Simposio Ecológico, titulado "Hacia una Ática más verde: conservar el planeta y proteger a su gente", organizado por el Patriarcado Ecuménico el pasado mes de junio en las Islas Sarónicas de Espetses e Hidra. Desafortunadamente, los recientes y devastadores incendios en el Ática y las inminentes consecuencias de esta inmensa destrucción medioambiental constituyen una trágica prueba de las opiniones expresadas por los participantes en el simposio acerca de la gravedad de la amenaza ecológica.

Venerables jerarcas y amados hijos en el Señor,

La cultura ecológica de la fe ortodoxa es la realización de esta visión eucarística de la creación, resumida y expresada en su vida y práctica eclesial. Este es el mensaje eterno de la Iglesia Ortodoxa sobre el tema de la ecología. La Iglesia predica y proclama "las mismas cosas" "en todo tiempo" de acuerdo con las irrefutables palabras de su Fundador y Líder en el sentido de que "el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Lc 21,33). Ciñéndose a esta tradición, la Madre Iglesia llama a todas sus Archidiócesis y Metrópolis, así como a sus parroquias y monasterios de todo el mundo, a desarrollar iniciativas, coordinar proyectos, organizar conferencias y actividades que fomenten la  conciencia y la sensibilidad medioambiental, de modo que nuestros fieles se den cuenta de que la protección del medio natural es responsabilidad espiritual de todos y cada uno de nosotros. La candente cuestión del cambio climático, junto con sus causas y consecuencias para nuestro planeta y para la vida diaria, ofrecen una oportunidad para embarcarse en un diálogo basado en principios de ecología teológica, pero también una ocasión para emprender proyectos prácticos específicos. Es de una importancia vital hacer hincapié en la acción en el ámbito local. La parroquia constituye la célula de la vida eclesial como lugar adecuado para la presencia, el testimonio, la comunicación y la colaboración personales: una comunidad viva de adoración y servicio.

También hay que prestar especial atención a la organización de programas educativos cristocéntricos para nuestros jóvenes con el objetivo de cultivar un 'ethos' ecológico. La instrucción eclesiástica debe infundir en sus almas un respeto por la creación como algo "muy bueno" (Gn 1,26), animándolos a militar a favor del cuidado y la protección de la creación, de la verdad liberadora y la frugalidad y del 'ethos' ascético de compartir y sacrificarse. Es imperativo que los jóvenes reconozcan su responsabilidad en la puesta en marcha práctica de las consecuencias ecológicas de nuestra fe, así como que sean conscientes y promulguen la contribución fundamental del Trono Ecuménico en la conservación del medio natural.

Para concluir, os deseamos a todos un bendito año ecleciástico y un fruto abundante en vuestras luchas espirituales, invocando sobre vosotros la gracia vivificadora y la inagotable misericordia del Dador de todo lo bueno, nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo, el Comenzador y Perfeccionador de nuestra fe, por las intercesiones de la Panaguía Panmakáristos, cuyo venerable icono, sagrada reliquia de todos los pueblos ortodoxos, reverente y humildemente veneramos hoy.

✠ Bartolomé de Constantinopla