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lunes, 31 de octubre de 2016

Reflexión de S.E. Policarpo durante el Encuentro Interreligioso por la Paz


REFLEXIÓN DE SU EMINENCIA REVERENDÍSIMA EL  METROPOLITA POLICARPO, ARZOBISPO METROPOLITANO ORTODOXO DE ESPAÑA Y PORTUGAL, DURANTE LA ORACIÓN INTERRELIGIOSA POR LA PAZ

(Madrid, Basílica de San Francisco el Grande, 30/10/2016, 18:00 h.) 

Con el maravilloso y muy elocuente saludo "vete en paz", Jesucristo despidió a la mujer hemorroísa de la que se habla en el Santo Evangelio (Marcos 5,25-34; Lucas 8,41-56), a quien acababa de curar de su enfermedad crónica. El tema de la paz era muy frecuente en las homilías del Señor; incluso podemos decir que era un tema predilecto para Él, pues era como si hablara de sí mismo, que es la paz personificada por excelencia.

La paz es un bien precioso del que muchos cantan alabanzas pero que pocos cuidan para que dé fruto y domine en el mundo. A menudo, en vez de la paz, surgen los conflictos, los enfrentamientos, las guerras entre las naciones, en las sociedades, en las familias y, desgraciadamente, también en las almas de los hombres que viven la ruptura y la turbación.

No obstante, en un mundo que ha alejado de su vida a Dios, fuente de la paz, que ha adoptado como modo de vida la fuerza destructiva del pecado y que niega el bendito don de la paz de Dios, es natural que sucedan acontecimientos y fenómenos trágicos que degradan la personalidad humana y son demoledores para el valor humano. El mundo de hoy "está instalado en el mal" y se olvida de que el Señor llamaba bienaventurados a los pacificadores y los denominaba "hijos de Dios", proporcionando al mismo tiempo una receta para la justificación y salvación personal de todo el que haga de la paz de Dios su modo de vida y la transmita también a los demás.

La falta de paz en el mundo contemporáneo se debe, principalmente, a tres motivos y factores:

La primera causa es el alejamiento de nuestra época secularizada de la voluntad de Dios. El hombre no es capaz de tener paz lejos de Dios, porque Él "es nuestra paz". De hecho, el Apóstol Pablo subraya que la paz constituye el fruto del Espíritu Santo y fructifica cuando reina en el mundo el Espíritu de Dios. Pero para que esto ocurra, el mundo tiene que conocer verdaderamente a Dios, adquirir la virtud y vivir según la voluntad divina y no la suya propia.

El segundo factor es la pacífica convivencia y relación con nuestro vecino, nuestro prójimo. Para que esto suceda, "un presupuesto existencial es que cada hombre tome conciencia de sus propios errores", como subraya sabiamente San Silvano el Atonita (+1938). Abandonar el egoísmo y la consolidada tendencia del hombre a mandar, a gobernar y a dominar a los demás y aprovecharse de ellos. En nuestros días la paz se encuentra gravemente herida por terribles guerras locales cuya extensión a mayor escala es un peligro real. La paz sangra como la mujer hemorroísa de la que nos habla el Evangelio, pero esta recibió la curación. Y esto sucede porque se usan todos los medios, tanto legítimos como ilegítimos, para dominar y hacer prevalecer los diversos intereses humanos y mundanos, a menudo contradictorios, lo que tiene como consecuencia inmediata las injusticias, las desigualdades y las tragedias que todos observamos, en la mayor parte de los casos desgraciadamente sin reaccionar.

El tercer motivo es la paz personal, porque esta no es una situación externa, sino sobre todo una cuestión interna y del corazón. Para alcanzarla hay que alejar el odio y la ira, la crítica, la tendencia al pecado, y superar las pasiones con la oración y el arrepentimiento.

El saludo del Señor, "vete en paz", debe acompañar nuestra vida y nuestras obras, caracterizar nuestro 'status' personal y nuestras relaciones con Dios, con nuestro prójimo y con la creación entera. Solo entonces podremos adquirir la absoluta unión y pacificación con Dios, nuestro Creador y Dador de Paz, de la verdadera paz, de su propia paz, la que "supera todo entendimiento", como dicen los Santos Padres. En paz con Dios, estaremos en paz con nuestro prójimo y con el mundo que nos rodea. Solo así es posible tener paz y transmitir esta paz. Amén.


Fotografía: Comunidad Sant'Egidio