V CONFERENCIA PANORTODOXA PRECONCILIAR
Chambésy, 10-17 de octubre de 2015
DECISIÓN
La importancia del ayuno y su observancia hoy
1. El ayuno es un mandamiento divino (Gen 2,16-17). Según San Basilio, el ayuno "es tan antiguo como la humanidad, pues fue instaurado en el Paraíso" (De jejunio, 1,3. PG 31,168A). Constituye un gran combate espiritual y la mejor expresión del ideal ascético de la Ortodoxia. La Iglesia ortodoxa, conformándose fielmente a las disposiciones apostólicas, a los cánones conciliares y al conjunto de la tradición patrística, siempre ha proclamado el gran valor del ayuno para la vida espiritual del hombre y para su salvación. A lo largo del año litúrgico, la Iglesia exalta la tradición y la enseñanza patrísticas acerca del ayuno, necesario para hacer al hombre vigilante, sin cesar y sin desfallecer, y para suscitar en él el ardor en el combate espiritual. El ayuno es exaltado en el Triodio como don divino, gracia plena de luz, arma invencible, fundamento de los combates espirituales, mejor camino hacia el bien, alimento del alma, ayuda otorgada por Dios, fuente de toda meditación, imitación de una vida imperecedera y similar a la de los ángeles, "madre" de todos los bienes y de todas las virtudes, imagen de la vida venidera.
2. El ayuno, en tanto que institución muy antigua, se encuentra ya en el Antiguo testamento (Dt 9,18; Is 58,4-10); Jl 2,15; Jon 3,5-7), y se afirma en el nuevo Testamento. Antes de comenzar su acción en el mundo, el Señor mismo ayunó durante cuarenta días (Lc 4,1-2) y dio instrucciones acerca de la práctica del ayuno (Mt 6,16-18). En el Nuevo Testamento, de manera más general, el ayuno es descrito como un medio de abstinencia, de arrepentimiento y de elevación espiritual (Mc 1,6; Hch 13,2;14,23; Rm 14,21). Ya desde tiempos de los Apóstoles, la Iglesia ha proclamado la importancia del ayuno y ha definido el miércoles y el viernes como días de ayuno (Did. 8,1), así como el ayuno antes de Pascua (Ireneo, en Eusebio, Historia Ecclesiastica 5,24. PG 20,497B-508AB). Ciertamente, en la práctica eclesiástica, adoptada durante siglos, existía una diversidad no solo respecto a la duración del ayuno pascual (Dionisio de Alejandría, Epist. ad Episc. Basilidem, PG 10,1277), sino también respecto al número y al contenido de otros períodos de ayuno, adoptados bajo la influencia de diversos factores, sobre todo litúrgicos y monásticos, a fin de realizar la preparación de los fieles antes de las grandes fiestas. Así, el vínculo indisoluble entre el ayuno y el culto demuestra el carácter y el objetivo del ayuno y pone de relieve su carácter espiritual, razón por la cual todos los fieles son llamados a conformarse, cada uno según su propia fuerza y sus propias posibilidades, sin por ello tener la libertad de despreciar esta institución sagrada: "Cuida que nadie te aparte de este camino de la enseñanza. [...] Si puedes soportar todo el yugo del Señor, serás perfecto; si no puedes, haz lo que seas capaz. Por lo que respecta al ayuno, aguántalo según tus fuerzas" (Didajé, 6, 1-3).
3. En tanto que lucha espiritual, el verdadero ayuno está ligado a la oración incesante y al arrepentimiento sincero. "El arrepentimiento sin ayuno es sin valor" (Basilio el Grande, De jejunio, 1,3. PG 31,168A), y del mismo modo el ayuno sin hacer el bien es nulo; sobre todo en nuestra época, en que la distribución desigual e injusta de los bienes llega hasta a privar a pueblos enteros de su pan cotidiano. "Hermanos, al ayunar corporalmente, ayunemos también en espíritu; desatemos toda cadena de iniquidad, rompamos las ataduras de nuestras violentas pasiones; desgarremos todo injusto combate; demos pan a los hambrientos y recibamos a los que no tienen techo" (Estiquera del miércoles de la 1ª Semana de la Gran Cuaresma. Cf. Is 58,6-7). Ayunar no significa abstenerse pura y simplemente de ciertos alimentos. "La abstinencia de ciertos alimentos no es suficiente por sí misma para hacer loable el ayuno; practiquemos un ayuno aceptable a Dios, que le sea agradable. El verdadero ayuno consiste en deshacerse del mal, contener la lengua, abstenerse de entrar en cólera, alejar los deseos, la calumnia, la mentira, el perjurio. La privación de todo esto es el verdadero ayuno. Gracias a todo esto el ayuno es una cosa buena" (Basilio el Grande, De jejunio, 2,7. PG 31,196D). La abstinencia de ciertos alimentos y la frugalidad -en cuanto al tipo de alimento y en cuanto a la cantidad- constituyen los elementos visibles del combate espiritual que es el ayuno. "El ayuno -como lo indica la propia palabra- significa abstinencia de alimento, pero el alimento nunca nos ha hecho ni más justos ni más injustos. El ayuno tiene una significación profunda: así como el alimento es el símbolo de la vida y la abstinencia de alimento lo es de la muerte, del mismo modo nosotros los humanos debemos ayunar para morir al mundo, y después de esto, habiendo recibido el alimento divino, vivir en Dios" (Clemente de Alejandría, Eclogae, PG 9,704D-705A). Así, el verdadero ayuno se refiere al conjunto de la vida de los fieles en Cristo y encuentra su apogeo en su participación en la vida litúrgica, y sobre todo en el sacramento de la Santa Eucaristía.
4. El ayuno de cuarenta días del Señor se ha convertido en el ejemplo del que deben practicar los fieles. Hace activa su participación en la obediencia al Señor para que a través del ayuno "podamos beneficiarnos mediante la obediencia de lo que habíamos perdido mediante la desobediencia" (Gregorio de Nacianzo, Or. 45, In sanctum Pascha 28, PG 36,661A). San Gregorio Palamás resume de manera significativa toda la tradición patrística otorgando al carácter espiritual del ayuno -sobre todo al de la Gran Cuaresma- un sentido cristocéntrico: "Pues si ayunas, no solamente sufrirás la pasión y morirás con Cristo, sino que resucitarás y reinarás con Él por la eternidad; pues, haciéndote uno con Él en la participación en la semejanza de su muerte, participarás en la resurrección y serás heredero de la vida en Él" (Or. 13, in quinta jej. Dom., PG 151,161).
5. Según la tradición ortodoxa, la medida de la perfección espiritual es "la medida del tamaño de la plenitud de Cristo" (Ef 4,13), y cada uno debe, si desea alcanzarla, elevarse en consecuencia. Esta es la razón por la cual la ascesis y la lucha espiritual no tienen fin en la vida actual, como tampoco la perfección de los perfectos. Todos son llamados a responder, según sus propias fuerzas, a las exigencias de esta alta medida a fin de alcanzar la divinización por gracia. Y, aunque practiquen todas las prescripciones, no se envanecen jamás, sino que confiesan: "Siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer" (Lc 17,10). Nadie debe abandonar -según la concepción ortodoxa de la vida espiritual- el buen combate del ayuno, sino entregarse a la misericordia de Dios por sus faltas, plenamente consciente de la mediocridad de su situación y dispuesto a la autocrítica. Pues es imposible acceder a la vida espiritual ortodoxa sin el combate espiritual del ayuno.
6. La Iglesia ortodoxa, como madre afectuosa, ha definido lo que conviene para la salvación y ha situado los períodos sagrados de ayuno como una "señal de protección" dada por Dios para salvaguardar la vida de los fieles en Cristo contra las trampas del enemigo; siguiendo los pasos de los Santos Padres, preserva, como antiguamente, las prescripciones apostólicas, los cánones conciliares y las tradiciones sagradas; propone siempre los ayunos sagrados como el mejor camino en el ejercicio de los fieles para alcanzar su perfección espiritual y su salvación; proclama la necesidad para los fieles de respetar a lo largo del año del Señor todos los ayunos prescritos: los de la Gran Cuaresma, el miércoles y el viernes, atestados por los santos cánones; el de Navidad, el de los Santos Apóstoles, el de la Dormición de la Virgen, los ayunos diarios de la Exaltación de la Santa Cruz, de la vigilia de la Epifanía y la Decapitación de Juan el Precursor, así como los propuestos por el cuidado pastoral o libremente consentidos por los fieles.
7. Sin embargo, la Iglesia ha fijado, por clemencia pastoral, los límites de la economía misericordiosa al régimen del ayuno. En consecuencia, ha previsto aplicar el principio eclesiástico de economía en caso de enfermedad corporal, de una necesidad imperiosa o de la dificultad de los tiempos, según el discernimiento y el cuidado pastoral del cuerpo de los obispos de las Iglesias locales.
8. Es un hecho que hoy en día un número determinado de fieles, sea por negligencia o a causa de diversas condiciones de vida, no respetan todas las prescripciones acerca del ayuno. Todos estos casos de no observancia de las prescripciones sagradas acerca del ayuno, sean generales o individuales, deben ser tratados por la Iglesia con cuidado pastoral, pues Dios "no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva" (cf. Ez 33,11), sin que el valor del ayuno sea desdeñado. Deja, pues, a las Iglesias ortodoxas locales que fijen la medida de la economía misericordiosa y la indulgencia que hay que aplicar a fin de aliviar el "peso" de los ayunos sagrados para los que tienen dificultades para respetar todo lo que estos prescriben, sea por motivos personales (enfermedad, servicio militar, condiciones laborales, etc.) o por motivos generales (condiciones climáticas, dificultades para encontrar ciertos alimentos secos, etc.). Esto siempre se hará en el espíritu y en el contexto de lo que precede, y con el objetivo de evitar debilitar la institución sagrada del ayuno. Esta clemencia misericordiosa debe ser aplicada por la Iglesia con una gran circunspección, y sobre todo con más indulgencia para los ayunos sobre los cuales la tradición y la práctica de la Iglesia no son siempre uniformes. "Ayunar todos los días es un bien, pero aquel que ayuna no debe menosprecial al que no ayuna. En estos casos no hay que legislar ni obligar; no conviene tampoco conducir por la fuerza al rebaño confiado por Dios; hay que usar más bien la persuasión, la dulzura y la buena palabra" (Juan Damasceno, De sacris jejuniis 3. PG 95,68B).
9. Además, el conjunto de los fieles debe observar los santos ayunos y la abstinencia de alimentos desde medianoche antes de recibir el Santo Sacramento, que es la expresión por excelencia de la identidad eclesial, y estar acostumbrados a ayunar como señal de arrepentimiento para la realización de una promesa espiritual, por el éxito de un objetivo sagrado, en período de tentación, para acompañar una súplica a Dios, antes del Bautismo (de adultos), antes de la ordenación, en caso de penitencia, durante las peregrinaciones y en otros casos análogos.
9. Además, el conjunto de los fieles debe observar los santos ayunos y la abstinencia de alimentos desde medianoche antes de recibir el Santo Sacramento, que es la expresión por excelencia de la identidad eclesial, y estar acostumbrados a ayunar como señal de arrepentimiento para la realización de una promesa espiritual, por el éxito de un objetivo sagrado, en período de tentación, para acompañar una súplica a Dios, antes del Bautismo (de adultos), antes de la ordenación, en caso de penitencia, durante las peregrinaciones y en otros casos análogos.
Chambésy, 16 de octubre de 2015.
† Emanuel de Francia, Presidente
† Sergio de Buena Esperanza
† Metropolita Damasceno (Iglesia de Antioquía)
† Hesiquio de Capitolias
† Hilarión de Volokolamsk
† Anfiloquio de Montenegro
† Nifón de Targoviste
† Juan de Varna
† Gerásimo de Zugdidi y Tsaishi
† Jorge de Pafos
† Crisóstomo de Peristerion
† Jorge de Siemiatycze
† Juan de Körçe
† Jorge de Michalovce
† Jeremías de Suiza, secretario para la preparación del Santo y Gran Concilio