Páginas

jueves, 3 de marzo de 2016

"El problema ecológico y su afrontamiento: desafío común y obligación ecuménica de las Iglesias de Roma y Constantinopla"


El siglo veinte ha sido el siglo más violento de la historia de la humanidad, no solamente en relación con la violencia del hombre hacia su prójimo, sino también por lo que se refiere a las crueldades del hombre frente la naturaleza. Difícilmente se podrá dudar que la catástrofe del medio ambiente en nuestra época se conecta con la soberbia del hombre frente a la naturaleza y su relación de dominio sobre ella, que se desarrolló y dominó particularmente durante los últimos siglos. La crisis ecológica moderna corre el peligro de transformarse durante las últimas décadas en una catástrofe ecológica mundial, en la amenaza más grande para la humanidad durante todo su camino histórico. La destrucción del ambiente natural influye no sólo en los hombres y todos los organismos vivientes que existen en la tierra, sino también en las generaciones futuras y, además, en la misma continuación de la vida en nuestro planeta.

1. Las iniciativas ecológicas del Patriarcado Ecuménico

El Patriarcado Ecuménico ha sido el primero que ha mostrado la dimensión espiritual y moral del problema ecológico, acentuando la importancia de la contribución de la Iglesia para afrontarlo y proponiendo modos de protección del ambiente natural en base a sus tradiciones ecológicas.

Ya el 1989 nuestro beato predecesor, el Patriarca Ecuménico Demetrio, en su Encíclica con ocasión de la Fiesta de la Indicción, el primer día del año eclesiástico, resaltó la dimensión del problema ecológico en nuestra época, remitiéndose a sus raíces antropológicas y evidenciando la verdadera relación eucarística con la creación. "El abuso por parte del hombre moderno de su posición privilegiada en la creación y del mandamiento del Creador, de "dominar sobre la tierra" (Gen 1,28), ha conducido al mundo al borde de la catástrofe apocalíptica … La Iglesia en cada Divina Liturgia … declara que el hombre no ha sido destinado a dominar sobre el creado, como si fuese el propietario de la creación, sino de actuar siempre como sacerdote de la creación y como su ecónomo, cultivándola con amor y relacionándose con ella con agradecimiento, temor y respecto al Creador".

Desde entonces, el 1 de Septiembre fue instituido por parte del Patriarcado Ecuménico como "Día de protección del medio ambiente", durante el cual "vienen invocándose oraciones y súplicas en favor de toda la creación en el Sagrado Centro de la Ortodoxia", y paralelamente fue convocado "todo el mundo Ortodoxo y Cristiano, a que junto con la Madre, Santa y Gran Iglesia de Cristo, ofrezca cada año durante este día oraciones y súplicas al Creador de todo, por un lado en agradecimiento por el gran don de la Creación, y por otro suplicando la protección de todo mal y su salvación ".

Durante nuestro Pontificado, se han seguido una serie de iniciativas y acciones ecológicas, encuentros y congresos internacionales, reuniones y seminarios de carácter teológico-ecológico (Creta, 1991; Sacro Monasterio Patriarcal y Stavropegial de la Santa Trinidad en Chalki, 1994-1998 cada año), ocho simposios ecológicos internacionales inter-científicos e inter-religiosos en barco, con la participación de líderes políticos y religiosos, teólogos, ambientalistas y otros científicos (1995, Mar Egeo/Patmos; 1997, Mar Negro; 1999, Danubio; 2002, Adriático; 2004, Báltico; 2006, Amazonas; 2007, Antártico; 2009, Misisipi). Queremos también recordar la firma de la "Declaración por el medio ambiente" (Venecia/Roma, 10 de Junio de 2002) de parte del beato Papa de Roma Juan-Pablo II y nuestra Humildad.

Las iniciativas ecológicas del Patriarcado Ecuménico, que continúan hasta hoy, han inspirado a parlamentos, universidades, centros científicos, organizaciones, investigadores de los ámbitos más amplios de las ciencias etc. a ocuparse de la protección del medio ambiente. Han encendido también la mecha en la teología ortodoxa para evidenciar con énfasis la verdad de la antropología y cosmología cristianas, la relación eucarística con lo creado y el espíritu de la ascesis ortodoxa. La bibliografía teológica relativa a la ecología es extensa y constituye una importante contribución al diálogo teológico moderno.

Las acciones de la Madre Iglesia de Constantinopla han movilizado a nuestras archidiócesis, parroquias y sagrados monasterios, que han desarrollado iniciativas y prácticas ecológicas para la protección del ambiente, como cultivos biológicos y múltiples programas de educación y sensibilización ecológicas.

Nuestros esfuerzos no se han limitado solamente al diálogo inter-ortodoxo para el medio ambiente, sino también a espacios inter-cristianos, inter-religiosos e inter-científicos. No nos hemos dirigidos solamente a los fieles ortodoxos, ni solamente a los cristianos o a los fieles de las otras religiones, sino a cada hombre de buena voluntad, expresando nuestra confianza en la fuerza de la libertad y en la responsabilidad de cada hombre, teniendo particulares esperanzas en la contribución de todos.

Consideramos eminentemente importante el hecho de que las iniciativas ecológicas del Patriarcado Ecuménico han contribuido a la información y a la movilización para una acción organizada no solamente de los líderes religiosos, de los representantes de la vida política y económica, agentes sociales y científicos, grupos y personas, sino también de la nuevas generaciones a favor de la protección del entorno natural, del desarrollo viable y de la prosperidad (ἀειφορία). Hemos evidenciado con fuerza la verdad, esto es, que ninguna visión del el futuro de la humanidad tiene valor, si no comprende también la visión de un mundo que funcione como verdadera "casa" del hombre. No puede existir desarrollo viable a costa del ambiente natural.

2. La Encíclica papal Laudato Si

Por todas estas razones, la Encíclica del Santísimo Papa de Roma Francisco ha provocado satisfacción y alegría en primer lugar al Patriarcado Ecuménico. Nos ha alegrado particularmente el reconocimiento, por parte del Papa, de la contribución de la Iglesia de Constantinopla en la cuestión de la protección del medio ambiente, así como también las referencias de la contribución de nuestra Humildad. El Papa Francisco se ha referido a nuestra insistencia en subrayar en las raíces morales y espirituales del problema ecológico y en la necesidad de arrepentimiento y de cambio radical de ética y comportamiento visto que lo pedido es la terapia de las causas más profundas y no simplemente el afrontamiento de los síntomas de la posición anti-ecológica del hombre (§ 8-9).

Estamos seguros que la voz del Papa Francisco hará pensar y demás sensibilizará a muchos; que encontrará influencia mundial su apelación para la protección de la creación y de las consecuencias de su irracional explotación en nombre del desarrollo económico y que contribuirá al tomar conciencia de las dimensiones sociales y de las consecuencias del problema ecológico para la vida y la convivencia de los hombres. De hecho, la protección del medio ambiente y el servicio al prójimo son inseparables, son dos caras de la misma moneda.

No es posible la turbia relación del hombre moderno con la naturaleza que camina junto con la mala función de las relaciones inter-humanas. El Papa Francisco hace referencia en "la caída moral y cultural que acompaña la subestimación ecológica" (§162). Cuando el "Tener" regula nuestro comportamiento hacia el medio ambiente, es inevitable la misma mentalidad de posesión y dominio también entre los hombres. Así, la increíble explotación y saqueo de nuestro planeta, como dimensión del aspecto dominante del desarrollo económico en el ámbito de la globalización, amenaza directamente junto al ambiente natural también la persona humana. Medio ambiente y persona humana vienen siendo objetivos igualmente de la codicia de los explotadores, que destruyen el entramado social y usan ilícitamente los recursos naturales como fuente de enriquecimiento de unos pocos.

Esperamos que la Encíclica papal, que fue publicada en una época de exaltación y multiplicación de las negativas consecuencias ambientales, sociales y culturales de la globalización, conducirá a una amplia alianza hacer frente a la crisis moderna que tiene muchas dimensiones.

Y Nos, a la vista de todos estos hechos, paralelamente a nuestras acciones ecológicas, hemos proclamado por medio de nuestra Encíclica patriarcal para la Navidad del 2012, el 2013 "año de la solidaridad mundial". El fin de nuestra Humildad era el de sensibilizar a la humanidad, como individuos y como pueblos, sobre el problema de la crisis económica, de la pobreza extensa y las grandes desigualdades, y acentuar la necesidad urgente de iniciativas para el alivio de los hambrientos y desgraciados, para sensibilizar de las consecuencias de la desigualdad y para el reconocimiento del derecho de los más débiles al gozo de los bienes básicos para la vida.

Consideramos particularmente importante el hecho que la Encíclica Laudato Si hace énfasis especial en los presupuestos teológicos del respeto a la creación y de la protección del medio ambiente. En base a nuestras benditas tradiciones y principios cristianos, comprendemos las causas más profundas de la crisis ecológica y la conexión de ellas con la crisis antropológica o el mal uso de la libertad humana. Nuestras Iglesias saben que la raíz del problema ecológico es espiritual. La crisis ecológica es consecuencia de la crisis espiritual, de la caída y del pecado del hombre, es expresión de ruptura humana, del alejamiento y de la "postración de los valores" dentro el hombre, que lo ha separado de Dios con unas consecuencias catastróficas para la relación vital con el prójimo y la creación. El pecado no tiene dimensiones y consecuencias sólo sociales, sino también cosmológicas muy obvias. El hombre caído ha perdido, junto con el amor hacia la persona del prójimo, también la sensación de la sacralidad de la creación y el respecto hacia ella, ha malentendido su misión como "sacerdote" de la creación y se ha convertido en su dominante y explotador.

La Encíclica papal menciona: "No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raiz humana de la crisis ecológica" (§101). Porque, exactamente, el problema ecológico es un problema espiritual y moral, y de importancia central para su afrontamiento es el arrepentimiento, el cambio radical de mentalidad y de comportamiento, como individuos y como sociedades, frente a la creación, la decisión de acción común para la protección de la "enorme tesorería" de la naturaleza (H. Skolimowski).

La Encíclica Laudato Si con su referencia a la contribución y a las iniciativas ecológicas del Patriarcado Ecuménico evidencia la importancia de los esfuerzos comunes y de la colaboración ecuménica de las Iglesias para el afrontamiento de los grandes problemas, como el ecológico, que ocupan hoy a la humanidad. Frente de la responsabilidad común para la vida y el bienestar de la humanidad, las Iglesias vienen llamadas a intensificar sus esfuerzos para un más amplio acercamiento y más eficaz impulso de su diálogo teológico que continúa avanzando. Justamente, el Eminentísimo y Venerable Metropolita de Pérgamo Ioannis, en su discurso durante la ceremonia de presentación de la Encíclica papal en Roma, ha elogiado su "importancia ecuménica".

3. El decálogo de la ecología cristiana

Creemos que desde nuestra consideración del problema ecológico y de la Encíclica Laudato Si resultan comunes ciertos principios, que constituyen el siguiente "Decálogo de ecología cristiana":

1) La lucha por la protección de la creación es consecuencia de la fe cristiana y una dimensión central de la vida eclesiástica. La creación no es propiedad del hombre, sino donación de Dios Dador de cada bien, que el hombre viene llamado, como un buen administrador, a conservarla, protegerla y embellecerla.

2) La explicación del texto bíblico "Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla (Gen 1,28), como fundamento del comportamiento dominante y explotador del hombre frente al a creación, constituye una distorsión y un malentendido intencionado del mandamiento divino y está completamente en contra con el espíritu de la Biblia y de las tradiciones filoecológicas del Cristianismo.

3) La caída del hombre, como alteración trágica de sus básicas relaciones existenciales, arrastra consigo a toda la creación, que "está gimiendo y sufre" (Rom 8,22), esperando la redención total. Esta es la razón teológica por la que nuestras iniciativas ecológicas se mueven más allá de cada forma de idolatría de la "madre naturaleza" y de cada especie de "misticismo ecológico". La salvación en Cristo es la restauración común del hombre y de la creación.

4) Particularmente importante consideramos la proximidad de la crisis ecológica en relación con los problemas sociales. Es común convicción del Santísimo Papa de Roma Francisco y de nuestra Humilde Persona que los actuales avances económicos, en el ámbito de la globalización, dinamitan la cohesión social, la solidaridad y la función de las relaciones interhumanas generalmente.

5) El modelo dominante de desarrollo económico agrava peligrosamente los problemas ambientales y funciona contra el verdadero interés del hombre. Es inaceptable destruir las condiciones de nuestra supervivencia y convivencia en el nombre de la ganancia o del beneficio a corto plazo, aceptar decisiones económicas sin contar con sus consecuencias ecológicas. El progreso económico debe ser considerado en sus consecuencias con el medio ambiente, para que no sea la ecología victima de la economía. Porque no existe crecimiento económico válido a costa del ambiente natural, el modelo de organización de la economía dentro del ámbito de la globalización debe ser restablecido en referencia a una economía ecológica, a una economía cuyo centro sean las necesidades reales del hombre, que vienen servidas solamente dentro en un ambiente viable.

6) Nuestras Iglesias hacen critica del economismo, del predominio del aumento de la ganancia y en el ascenso de los indicadores económicos como criterio absoluto de la actividad económica, en la sumisión del hombre a la tiranía de las necesidades y del consumo. Rechazamos el cínico "No existe otra solución", es decir, el principio de la no conformidad a los ordenes de la globalización para una firme función de la economía, conduce a la extensión de la pobreza, a incidentes sociales incontrolables y a conflictos. No es posible ser ignoradas y difamadas las formas de desarrollo alternativas y la validez de la solidaridad y justicia sociales.

7) La increíble expansión del problema ecológico en nuestra época es dimensión del dominio de la cultura del "Tener". Tenemos necesidad de una cultura del "Ser", que si basa también en la convicción que la "vida" y el "bienestar" del hombre y de la humanidad se correlaciona con la conexión correcta con el ambiente natural, que tenemos la obligación de legarlo integro y viable a las generaciones futuras. Debemos, definitivamente, superar el "derribaré los graneros y construiré otros más grandes" Y el "descansa, come, bebe, banquetea alegremente" (Luc 12,18-19) del "rico Epulón" y caminar hacia una cultura de solidaridad hacia el prójimo y la creación.

8) Nuestras Iglesias representan su lucha frente a la separación de la ciencia y de la tecnología de las necesidades vitales del hombre, frente a las dependencias que ella crea y los peligros que acarrea. Está claro que el moderno "hombre-dios", armado de todopoderosos medios tecnológicos, es particularmente peligroso para el medio ambiente, como también para la misma conservación de la vida sobre la tierra. Es obvio que la crítica frente la divinización de la tecnología y el poder de la ciencia no significa subvalorización o desconocimiento de los beneficios del progreso científico y tecnológico. La ciencia y la tecnología tienen dimensiones antropológicas y contribuyen a la solución de los problemas vitales de la humanidad.

9) En la Tradición plurisecular de nuestras Iglesias existen dos fuentes inagotables y modos vividos de la relación correcta con la creación. Se trata de la Divina Eucaristía y del modo eucarístico de la vida y del espíritu ascético y la vía bienaventurada del monacato. El hombre eucarístico y ascético no es solo una provocación para nuestra época arrogantemente anti-ascética y de buena vida, sino que viene ofrecida como modelo alternativo de relación con la creación y los bienes de la vida y también con el prójimo. El ascetismo cristiano no significa rechazo del mundo y de la vida en el mundo, sino su acuerdo y uso eucarístico. La ética eucarística viene expresada como respeto de la donación de la vida, como "combustión del corazón a favor de toda la creación" (San Isaac el Siro), como cultura del ERES y del CO-ERES, como "libertad común" y solidaridad.

10) La situación pide una rápida y eficaz activación para el cambio de la comportamiento del hombre moderno frente a la creación. Los principios rectos y la lucha por el futuro de nuestro planeta no bastan. Necesita acción y lucha, porque "los tiempos no son buenos". Nuestras Iglesias deben activarse por lo demás para la evidenciar y la aplicar en la praxis las consecuencias ecológicas de nuestra fe. La educación en Cristo de los jóvenes, como catequesis y como educación religiosa escolar, debe funcionar como un lugar de cultivo y desarrollo de una ética ecológica. La edad de niño y adolescente constituyen particularmente los más favorables periodos de la vida del hombre para una sensibilización ecológica. La generación joven debe ser enseñada a resistir a la mezcla peligrosa dominante de economismo extremo, individualismo insaciable, hedonismo e incontrolable progreso tecnológico.

Epílogo

El problema ecológico ha revelado claramente que nuestro mundo constituye una unidad, que nuestros problemas son universales y comunes. Es evidente que ninguna iniciativa, ningún pueblo, ningún estado u otra institución, ninguna ciencia está en posición de afrontar sin cooperación dicho problema. A tal fin necesita movilización polifacética, esfuerzo común, convergencia y camino común. Desgraciadamente, intereses económicos y diseños geopolíticos funcionan contra la colaboración también por lo que se refiere en el sector de la protección del ambiente.

Es evidente que el ambiente natural no está en situación de renovarse continuamente, de resistirse a su extrema objetivación por parte del hombre. Nuestras Iglesias deben recordar a los responsables políticos que la prorroga en adoptar medidas contra la agresión indiscriminada del medio ambiente constituye una gran amenaza para el planeta tierra y sus habitantes. En verdad, el comportamiento ecológico no es un lujo.

Estamos seguros que, como todos los grandes problemas actuales, también el problema ecológico es imposible ser afrontado sin la contribución de las religiones. Gran parte de la responsabilidad por el desarrollo de una cultura ecológica la tienen nuestras Iglesias, que deben juzgar el primer papel en la sensibilización ecológica de los hombres y luchar contra la idea de un progreso únicamente tecnológico.

A la pregunta si la humanidad debe esperar muchas e importantes cosas de la Iglesia, respondemos lo siguiente: El error no es esperar muchas cosas de la intervención de la Iglesia, sino de no esperar de ella cosas mucho más importantes también por lo que se refiere al gran problema de la ruina del ambiente natural. Bajo este sentido, adoptamos la opinión del Eminentísimo y Venerable Metropolita de Pérgamo Ioannis según la cual "quizás para ningún otro tema, la importancia de la Iglesia sea tan significativa como para el problema ecológico".

Es una necesidad imperativa evidenciar y desarrollar en la praxis el dinamismo social y ecológico de nuestra fe cristiana, de hacer pública la verdad de la superación del individualismo, de la relación amorosa con el prójimo, del arrepentimiento por la ruina del medio ambiente, como también la actualidad del comportamiento eucarístico y ascético frente a la creación. La Encíclica Laudato Si es clara: "Siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de salir de sí hacia el otro. Sin ella no se reconoce a las demás criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los demás, no hay capacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de los que nos rodea" (§ 208).

Nuestra fuerza es espiritual. Es la fuerza de la bendita Tradición cristiana, que constituye la fuente inagotable de las verdades centrales, antropológicas y ecológicas.


Bartolomé I, Arzobispo de Constantinopla-Nueva Roma y Patriarca Ecuménico
Congreso Internacional Laudato Sì sobre Ecología Integral y Medio Ambiente
Universidad Católica de Murcia (UCAM), 3 de marzo de 2016