jueves, 24 de diciembre de 2015

PROCLAMACIÓN PATRIARCAL PARA NAVIDAD 2015


+BARTOLOMÉ
POR LA GRACIA DE DIOS
ARZOBISPO DE CONSTANTINOPLA-NUEVA ROMA Y PATRIARCA ECUMÉNICO
A LA PLENITUD DE LA IGLESIA
GRACIA, MISERICORDIA Y PAZ DE CRISTO SALVADOR
NACIDO EN BELÉN

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

La dulzura de la Noche Santa de la Navidad rodea el mundo de nuevo. En medio de la fatiga y el dolor humanos, la crisis y los retos, las pasiones y las enemistades, las preocupaciones y las frustraciones, el misterio de la divina Encarnación muestra el mismo encanto que entonces, siempre real y actual, incitando a que " los habitantes de la tierra aprendan justicia" (cf. Is. 26, 9) porque " a nosotros este día nace un Salvador" (Lc. 2, 11).
Desafortunadamente, sin embargo, en nuestro tiempo, muchas personas piensan como Herodes, aquel malvado y despiadado verdugo de los inocentes, y matan de distintas maneras a sus prójimos. Cuando el egocentrismo de Herodes distorsionó su mente como líder terrenal, paradójicamente, se sintió amenazado por el nacimiento de un Niño inocente. Por lo tanto, Herodes eligió la aniquilación del Niño como la forma más adecuada de proteger su poder secular del peligro.

Para escapar de las disposiciones asesinas, el Niño Jesús, del cual hablaban los Ángeles, se vio obligado a huir a Egipto, convirtiéndose así,  utilizando la terminología de nuestro tiempo, en "refugiado político", junto con su madre María, la Santísima Madre de Dios y José su prometido.

En nuestra época, considerada como tiempo de progreso, muchos niños se ven obligados a convertirse en refugiados siguiendo a sus padres para salvar la vida amenazada por los distintos enemigos. Este hecho es una vergüenza para la raza humana.
Con el nacimiento del Niño Jesús, nuestro verdadero Redentor y Salvador, proclamamos desde el Santo Apostólico y Patriarcal Trono Ecuménico que todas las sociedades deben garantizar el desarrollo seguro de los niños y respetar sus derechos a la vida y la educación, para asegurar su crecimiento y formación en el marco de la familia tradicional, con base en los principios de amor, caridad, paz y solidaridad, los bienes que nos transmite hoy nuestro Señor encarnado.
El Salvador recién nacido invita a todos a aceptar este mensaje de salvación. Es cierto que en la extensa historia de la humanidad los pueblos han experimentado muchas migraciones y asentamientos. Desearíamos que, después de las dos guerras mundiales y las declaraciones de paz de los líderes de las organizaciones eclesiásticas y políticas, las comunidades contemporáneas pudieran garantizar la coexistencia pacífica de las personas en sus países. Por desgracia, los hechos despedazan nuestra esperanza, porque, ante la amenaza de exterminio, grandes masas de personas están forzadas a tomar el camino amargo del exilio.

Esta situación, con la ola cada vez creciente de refugiados, aumenta la responsabilidad de los que tenemos todavía la gracia de vivir en paz y cómodamente, de no quedar insensibles ante el drama cotidiano de miles de personas, y de expresar nuestra solidaridad práctica y nuestro amor, con la certeza de que todo beneficio que reciben proviene últimamente  del recién nacido Hijo de Dios, que vino al mundo no como un rey, no como un regidor, no como un tirano o aristócrata , sino más bien como un niño desnudo e indefenso en un pequeño pesebre, sin hogar como muchos miles de nuestros semejantes, y fue obligado a migrar a un país lejano, para  salvarse del odio de Herodes. La sangre inocente de los niños refugiados de hoy se vierte en la tierra y el mar mientras el alma insegura de Herodes "lleva la culpa".
Este Divino Niño, nacido en Belén y llevado a Egipto, es el verdadero defensor de los refugiados de hoy, perseguidos por el Herodes contemporáneo. Este Niño Jesús, nuestro Dios, "se hizo débil a los débiles" (cf. 1 Cor. 1, 22), en cada sentido haciéndose igual que todos nosotros los débiles, los cansados, los que están en peligro, los refugiados. Nuestro apoyo y asistencia a los desplazados y perseguidos, sin importar la raza, el género y la religión, son los más valiosos regalos al Señor recién nacido, como los preciosos tesoros de los Reyes Magos, “incienso, oro y mirra" (Mt. 2, 11), la riqueza espiritual inviolable y permanente, que perdura sin mancha por los siglos y nos espera en el reino de los cielos.

Que cada uno de nosotros ofrezca lo que pueda a nuestros hermanos y hermanas refugiados en los cuales vemos la persona de Jesucristo.  Ofrezcamos los preciosos regalos de amor, sacrificio y caridad al Niño Jesús nacido en Belén, imitando su compasión, y adorémoslo con los ángeles, los Reyes Magos y los humildes pastores exclamando "gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad a los hombres" (Lc. 2: 14), junto con todos los Santos.
¡La gracia y la abundante misericordia del refugiado Niño Jesús sean con todos vosotros!

Navidad 2015

+ Bartolomé de Constantinopla
Vuestro ferviente suplicante ante Dios