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viernes, 6 de marzo de 2015

Presentación de S.E. Policarpo de un libro del Príncipe Juan Arcadio Láscaris Comneno


(N.B.: Aunque la presentación del libro tuvo lugar en 2012, publicamos la alocución de S.E. Policarpo por seguir manteniendo toda su actualidad)

Es para mí una gran alegría y honor presentaros en esta tarde el interesante libro de muy querido Príncipe Su Alteza Juan Arcadio Láscaris Comneno “Visión Histórica Hispano-Bizantina”. Los motivos son varios y permitidme, antes de entrar en la presentación del libro, referirlos como un prólogo o introducción en esta presentación.

El primer motivo es en mi calidad de Arzobispo Metropolitano de la Gran Iglesia de Constantinopla-Nueva Roma, del Patriarcado Ecuménico, que salvó, conservó y continuó “el Bizancio después del Bizancio”, para usar la exitosa expresión del más grande y notable bizantinólogo de nuestros tiempos, el inolvidable Sir Steven Runciman. El segundo porque más concretamente, soy el Metropolita de España y Portugal y Exarca del Mar Mediterráneo. Nuestra Península se conecta con “Bizancio” mediante vínculos que muchos ignoramos y el Príncipe, con su libro, nos recuerda. El tercero porque el Príncipe constituye en España una presencia “bizantina” viva, que encarna a dos gloriosas casas imperiales “bizantinas”: la de los Láscaris de Nicea, frente a Constantinopla en Asia Menor y la de los Comnenos en Trebizonda, capital del Ponto. Encarna dos Casas que bajo condiciones históricas extremadamente difíciles han luchado con fuerza para salvar a “Bizancio” de sus enemigos, tanto Occidentales como Orientales, y hasta cierto punto lo han conseguido aplazando la caída del Imperio dos siglos después. El cuarto porque el Príncipe constituye un miembro dilecto de la Gran Iglesia de Constantinopla-Nueva Roma en España y a través de su Casa Imperial en todo el mundo.

Pero antes de pasar a la presentación del libro quería resaltar que, el término “Bizancio” históricamente es inaceptable. Es un término que han usado los historiadores occidentales y que, desgraciadamente, fue aceptado internacionalmente y pasó también en nuestro Oriente. Bizancio, la antigua colonia de los Megarenses, cesó de existir con este nombre casi mil años después de su fundación por parte de Byzas el Megarense. Desde el 11 de mayo de 330 d.C. se llama Nueva Roma e inmediatamente después del óbito de su nuevo fundador San Constantino el Grande e Isapóstol, se llamará Constantinopla, Ciudad de Constantino y Ciudad Reina o, simplemente, La Ciudad, apelativo que lleva hasta hoy. Su nombre turco, “Estambul”, deriva del griego: “eis tin Polin /en la Ciudad”. Por esta razón no existió jamás el Imperio Bizantino, sino el Imperio Romano, la Romanía, como muy bien la llama tantas veces en su libro el Príncipe. Un Imperio empapado profundamente del inmortal espíritu griego antiguo y el cristianismo ortodoxo, una mezcla y coexistencia armoniosa de la ecúmene helénica con la ecúmene cristiana. El Imperio de Constantinopla-Nueva Roma no tiene ninguna relación y no admite ninguna comparación con el oscuro Medioevo que por muchos siglos, hasta el Renacimiento, dominaba en el Occidente. Los pueblos orientales (Árabes, Turcos, Persas, Indios) no usan el término “Griego” para indicar los Griegos, sino el de “Romano/Rum”, y los Griegos de hoy usamos en nuestra vida cuotidiana el mismo término que en la lengua griega se pronuncia “Ρωμηοί”, es decir Romanos, porque nos consideramos hijos de la Nueva Roma, Constantinopla, la Ciudad Reina, la ex Bizancio, que es nuestra progenitora espiritual y cultural. Como consecuencia, todos los cristianos Ortodoxos, independientemente de origen nacional y lengua, somos “Romanos”, porque constituimos un único pueblo, el Pueblo Romano Oriental, porque provenimos y hemos nacidos espiritual y culturalmente de la misma pila que es Constantinopla-Nueva Roma.                                  

Paso ahora a la presentación, con toda brevedad posible, del libro del Príncipe, declarando desde el principio y en línea general que su preciosismo, utilidad y contribución consisten en su rico y amplio contenido, que nos introduce en tantos argumentos ignorados por muchos, tanto en Oriente como en Occidente, y que tienen relación y referencia entre “Bizancio” y España en particular y la Península Ibérica en general. No existe sector en el que el Príncipe no haga referencia, aunque sea breve. Por eso la contribución de este libro es de gran importancia para los lectores y la ciencia.

El libro se divide en 7 partes:

1) “Helenismo y Byzancio”: El Imperio de Constantinopla-Nueva Roma no solamente constituye una continuación del Helenismo, sino que salvó el Helenismo y lo guardó hasta nosotros con su lengua griega y su inmortal civilización griega antigua. La Romanía tenía, tiene y tendrá para siempre dimensión helénica, una dimensión helénica ecuménica y no provincial, porque el helenismo verdadero es ecuménico. La Romanía es una conjugación perfecta y armoniosa de la ecumene helénica de Alejandro Magno con la ecumene cristiana del gran helenista y Apóstol de las Naciones San Pablo. Respira con dos pulmones: helénico y cristiano ortodoxo. De esta realidad estaban convencidos todos en el Imperio: desde el Emperador hasta el último ciudadano.

2) “Byzancio y España”: En esta parte el Príncipe se refiere a las relaciones entre el Imperio Romano Oriental y España, desde su fundación hasta los tiempos después su caída. Es una parte interesantísima para todos nosotros, Orientales y Occidentales, porque en este sector específico nuestros conocimientos son pocos. Yo mismo les confieso que he descubierto muchísimas cosas que, hasta ahora, me eran desconocidas. Muy interesante la parte que se refiere a la presencia en España de altísimos miembros de la Casa Imperial de los Láscaris, de los cuales es descendiente el escritor del libro.

3) “Los Catalanes en Byzancio”: Una presencia poco agradable a causa de las catástrofes por parte de la Compañía Catalana en los territorios imperiales y, especialmente, en Grecia.

4) “El Ponto”: En esta parte se hace una larga referencia a la importantísima región del Helenismo desde los tiempos antiquísimos del Ponto y su capital Trebizonda. Capital de los Comnenos fue el último territorio romano que cayó en manos de los Turcos Otomanos. Hasta  agosto del 1922, año de la catástrofe del Asia Menor, la más grande catástrofe del Helenismo de todos los tiempos, el Ponto era una región puramente helénica y cristiana ortodoxa y hoy en esta región habita un gran número de cripto-cristianos ortodoxos. Los griegos que provienen del Ponto, en el punto del planeta donde se encuentren, constituyen la más dilecta y patriótica parte del Helenismo y Romanía actual.

5) “Adoración, Literatura, Arte y Sociedad Byzantina”: El Imperio Romano de Oriente no se entiende sin la Fe y la Iglesia Ortodoxa, a la cual debe su vida de más de 1.200 años – único fenómeno en la historia universal – y su continuación a través de ella hasta nuestros días. La vida entera en el Imperio, desde la cuotidiana hasta la cultural, social, nacional y política, estuvo fuertemente impregnada de la fe ortodoxa en Cristo, cosa que pasó también en la vida de aquellos pueblos que fueron nacidos espiritual y culturalmente de Constantinopla, es decir los Eslavos Orientales (Búlgaros, Serbios, Rusos, Ucranianos) y los Rumanos y Georgianos. La Iglesia Ortodoxa conservó y cultivó la lengua griega y la cultura griega antigua dentro el Imperio y después de eso durante los dificilísimos tiempos de la larga y dura esclavitud otomana y como Madre afectuosa entregó esta civilización no solamente a los griegos modernos sino a la humanidad entera. Los más grandes y notables bizantinólogos como Sir Steven Runciman (Cambridge/Oxford), Elena Glykatzi-Halverel (Sorbonne-París), Leonidas Uspensky (San Petersburgo/París) y Dionysios Zakynthinós (Atenas) lo declaran y lo fundamentan científicamente.

6) “La Gran Idea y Grandes Idealistas del Helenismo”: La Gran Idea no es otra que una continuación pura de la Romanía. Jamás los greco-romanos han olvidado la Romanía y este dulce recuerdo los vivificaba durante los difíciles años de la esclavitud, donde existía el gran peligro de desaparecer. Pero la estirpe de los greco-romanos no desapareció gracias a la Ortodoxia y especialmente a su Madre afectuosa, el Patriarcado Ecuménico, el Fanar, que cultivó entre los greco-romanos de entonces, esclavos y en la diáspora, la Gran Idea del renacimiento de la Romanía. Entre los grandes idealistas del Helenismo moderno permitidme incluir el escritor del libro que presentamos en esta tarde.

7) “La Identidad Helena”: La Identidad Helena actual es más greco-romana que otra cosa. Esta afirmación mía es una cruel realidad, aunque muchos quieran ocultarla usando también la ciencia. Como en los tiempos de la Romanía, del Imperio de Constantinopla-Nueva Roma también en nuestros días cada verdadero y auténtico heleno respira con dos pulmones: el de la civilización antigua griega y el de la fe ortodoxa en Cristo. Estas dos cosas son inseparables. Verdadero, auténtico griego, significa romano, en una palabra: greco-ortodoxo.

El Príncipe en el prólogo de su libro dice que muchos creerán que es un idealista con el significado de anacrónico. Pero como él mismo certifica y declara y también yo creo firmemente, no pasará mucho tiempo que le darán razón y en su persona serán justificados todos los idealistas. No debemos olvidar, por otra parte, que vivimos un una época de enorme crisis espiritual y moral. Vivimos en tiempos de apostasía como en el antiguo Israel. Todo ha caído. Pero, aquello que la Romanía representa, es decir el Helenismo y la Ortodoxia, no han caído, ni caerán hasta la segunda venida del Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. La musa pontíaca lo proclama claramente. Cuando llegó a Ponto la noticia de la caída de la Ciudad Reina, estalló en un gran lamento, pero terminó con la firme y segura afirmación: “Ἡ Ρωμανία κι’ ἂν πέρασεν, ἡ Ρωμανία κι’ ἂν πάρθεν, ἡ Ρωμανία ἀνθεῖ καί φέρει κι ἂλλον/Aunque la Romanía haya pasado, aunque la Romanía se haya perdida, la Romanía florece y permanece de nuevo”. Sí, la Romanía no ha pasado ni se ha perdido, sino que florece y permanece, en primer lugar porque vive dentro de la Iglesia Ortodoxa, y en segundo porque continúa engendrando hijos como el Príncipe Juan Arcadio Láscaris Comneno, escritor del bellísimo libro: “Visión Histórica Hispano-Byzantina”, que hoy tengo la gran alegría y el honor especial de presentaros en mi calidad de Metropolita de la Gran y Santa Iglesia Primada y Madre de Constantinopla-Nueva Roma al público español, que debe sentirse orgulloso porque Madrid posee un vivo trozo de Romanía que es la Iglesia Catedral Greco-Ortodoxa de San Andrés Apóstol, el primer llamado, fundador de la Iglesia de Bizancio.

Agradezco como Jerarca Romano Oriental, es decir Greco-Ortodoxo del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla-Nueva Roma, al Altísimo escritor del libro, me congratulo con él y le deseo desde el profundo de mi corazón “εἰς πολλά ἒτη/ por muchos años”. Os doy las gracias por vuestra atención.


Fuente: Sacra Metrópolis de España y Portugal (Patriarcado Ecuménico)