La Universidad Católica "San Antonio" de Murcia, en el ámbito de las XIV Jornadas Internacionales de Caridad y Voluntariado, que tuvieron por tema este año: "Desarrollo y mujer", ha organizado una "Celebración de Oración Ecuménica por los Cristianos Perseguidos" en la que participó nuestro Eminentísimo Metropolita Policarpo de España y Portugal. Antes de la celebración el Metropolita asistió a la conferencia en un grupo de profesores de la UCAM del Rvdmo. Padre Joan de Barcelona, del Patriarcado de Serbia, con tema: "La Madre de Dios en la teología ortodoxa".
La celebración ecuménica tuvo lugar en la Iglesia de San Francisco de Murcia, de los Padres Capuchinos, y fue presidida por el Eminentísimo Cardenal Carlos Amigo, Arzobispo emérito de Sevilla. Han participado nuestro Metropolita, el Rvdmo. Arcipreste Stavrofor Joan García Casanovas, Vicario General para España y Portugal del Patriarcado de Serbia, el Rvdmo. Arcipreste Aurelian Stoica, Vicario del Obispado Rumano para la Comunidad Valenciana y Murcia, el Rvdo. Padre Yaroslav Pytkovskyy, Párroco del Patriarcado de Moscú en Murcia y el Rvdo. Pastor Heinz Gert Funke, de la Iglesia Evangélica Luterana de Alemania.
El Metropolita Policarpo ha dirigido a los numerosos presentes una profunda reflexión sobre el argumento de la Oración:
"Eminentísimo Sr. Cardenal Carlos Amigo, Arzobispo emérito de Sevilla,
Reverendísimos Padres,
Excelentísimo Sr. Presidente de la UCAM,
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Con inmensa alegría y conmoción espiritual participo en esta “Celebración de Oración Ecuménica por los Cristianos Perseguidos”, y antes de exponerles mi breve reflexión, quiero expresar mi agradecimiento y mis congratulaciones al organizador de este evento, la Universidad Católica “San Antonio” de Murcia, por la elección de este importantísimo y actualísimo tema.
Las “Bienaventuranzas” de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, pronunciadas en Su famoso “Sermón de la Montaña”, terminan con lo siguiente: “Bienaventurados los que serán perseguidos por mi nombre (o por mi causa). Alegraos y regocijaos porque la recompensa será grande en los cielos” Y en el Antiguo Testamento Él mismo como Verbo no encarnado (Lógos ásarkos) nos exhorta a ser mártires y santos, porque Él es Mártir, testigo y Santo por excelencia.
Existen dos “tipos” de martirio: el martirio de la sangre y el martirio de la conciencia, Ambos son del mismo valor. Sin embargo, algunos Santos Padres de la Iglesia dan más importancia al martirio de la conciencia que al martirio de la sangre, porque el primero es continúo y toca el mundo interior del hombre, mientras que el segundo dura una vez para siempre. Estos dos martirios los sufren cuotidianamente los Cristianos verdaderos y auténticos de hoy en todas las partes de nuestro planeta. En Medio Oriente, donde nació el Cristianismo, hoy nuestros hermanos padecen el martirio de la sangre, simplemente porque son Cristianos y quieren permanecer Cristianos, mientras en nuestro Occidente materialista sufren el martirio de la conciencia. Pero, como nos asegura Nuestro Señor mismo: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. El cuerpo obligatoriamente será condenado a la muerte; el alma es inmortal.
La Iglesia de Cristo es principalmente dos cosas: a) un Hospital que cura y sana cada enfermedad espiritual y corporal; es el único Hospital en el que uno entra enfermo y sale sano. En los otros hospitales puede suceder lo contario: entrar sano y salir enfermo. b) una Fábrica que produce mártires y santos. Si no sana las enfermedades y no produce mártires y santos no es la Iglesia de Cristo, sino un Organismo social de este mundo vano, como otros Organismos similares.
Pero gloria, agradecimiento, honor y adoración a Dios Trino, que sigue, en un mundo sensualista, agnóstico y apóstata, premiando a Su Santa Iglesia con médicos, mártires y santos. Ellos son la gloria, el orgullo, la corona, el fundamento, la fuerza, la esperanza, el sostenimiento y el ejemplo viviente para todos nosotros, que queremos y luchamos para ser Cristianos auténticos y verdaderos y no nominativos. Ellos se ponen ante los hombres con la parte del Señor, seguros de que también Él se pondrá con su parte ante Su Padre en los cielos. No lo niegan para no ser negados ante el Padre. Sucede lo mismo con los atletas. Padecen todo para recibir al final la medalla. Y los mártires son llamados atletas de Cristo y de la Iglesia, porque padecen todo para recibir la Corona de Oro, el Paraíso, la vida eterna. Paralelamente son un puente firme, seguro y auténtico de Unidad entre todos los Cristianos de hoy.
El pasado día 16 de febrero en su discurso que dirigió al Rvdo. John Chalmers, Moderador de la Iglesia Reformada de Escocia, el Papa Francisco ha dicho: “La sangre de nuestros hermanos cristianos es un testimonio que grita. Sean católicos, ortodoxos, coptos, protestantes, no interesa; son cristianos. Y la sangre es la misma, la sangre confiesa a Cristo”. Permanecer impasibles frente a la sangre de nuestros hermanos significa no confesar a Cristo, sino que negarlo. O para expresarme con el sagrado Salmista: “Confesarlo con los labios solo y no con el corazón y la mente”. Y en este caso sucederá esto que ha dicho Cristo: “Si no hablan los hombres, hablarán las piedras”. Y esto vale más cuando las piedras están emergidas por la sangre de mártires confesores.
Nos alegramos y regocijamos, queridos hermanos y hermanas en Cristo, por esta confesión y por este martirio de sangre y de conciencia de nuestros hermanos Cristianos en todo el mundo, y especialmente en la amada región del Medio Oriente, y rogamos calurosamente que su martirio y testimonio aleje nuestros miedos mundanos, fortalezca nuestra fe, restituya nuestras faltas y limpie nuestros pecados a través una confesión de nuestra fe heroica y pública, la penitencia y el arrepentimiento, situaciones que nos llaman a vivir más fuertemente este importante y significativo periodo litúrgico que todos los Cristianos, Orientales y Occidentales, atravesamos: la Santa y Gran Cuaresma de Pascua de Resurrección.
A todos deseo una buena y santa Gran Cuaresma y una feliz llegada a “la fiesta de las fiestas” y a “la solemnidad de las solemnidades” (San Juan Crisóstomo), la Santa Pascua de Resurrección, en la que festejamos nuestro pasaje de la esclavitud a la libertad, de la corrupción del pecado a la incorruptibilidad, de la tierra al cielo, de la muerte a la vida, vida de Cristo Resucitado, vida eterna. Amén".
Fuente: Arzobispado Ortodoxo de España y Portugal (Patriarcado Ecuménico)
La celebración ecuménica tuvo lugar en la Iglesia de San Francisco de Murcia, de los Padres Capuchinos, y fue presidida por el Eminentísimo Cardenal Carlos Amigo, Arzobispo emérito de Sevilla. Han participado nuestro Metropolita, el Rvdmo. Arcipreste Stavrofor Joan García Casanovas, Vicario General para España y Portugal del Patriarcado de Serbia, el Rvdmo. Arcipreste Aurelian Stoica, Vicario del Obispado Rumano para la Comunidad Valenciana y Murcia, el Rvdo. Padre Yaroslav Pytkovskyy, Párroco del Patriarcado de Moscú en Murcia y el Rvdo. Pastor Heinz Gert Funke, de la Iglesia Evangélica Luterana de Alemania.
El Metropolita Policarpo ha dirigido a los numerosos presentes una profunda reflexión sobre el argumento de la Oración:
"Eminentísimo Sr. Cardenal Carlos Amigo, Arzobispo emérito de Sevilla,
Reverendísimos Padres,
Excelentísimo Sr. Presidente de la UCAM,
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Con inmensa alegría y conmoción espiritual participo en esta “Celebración de Oración Ecuménica por los Cristianos Perseguidos”, y antes de exponerles mi breve reflexión, quiero expresar mi agradecimiento y mis congratulaciones al organizador de este evento, la Universidad Católica “San Antonio” de Murcia, por la elección de este importantísimo y actualísimo tema.
Las “Bienaventuranzas” de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, pronunciadas en Su famoso “Sermón de la Montaña”, terminan con lo siguiente: “Bienaventurados los que serán perseguidos por mi nombre (o por mi causa). Alegraos y regocijaos porque la recompensa será grande en los cielos” Y en el Antiguo Testamento Él mismo como Verbo no encarnado (Lógos ásarkos) nos exhorta a ser mártires y santos, porque Él es Mártir, testigo y Santo por excelencia.
Existen dos “tipos” de martirio: el martirio de la sangre y el martirio de la conciencia, Ambos son del mismo valor. Sin embargo, algunos Santos Padres de la Iglesia dan más importancia al martirio de la conciencia que al martirio de la sangre, porque el primero es continúo y toca el mundo interior del hombre, mientras que el segundo dura una vez para siempre. Estos dos martirios los sufren cuotidianamente los Cristianos verdaderos y auténticos de hoy en todas las partes de nuestro planeta. En Medio Oriente, donde nació el Cristianismo, hoy nuestros hermanos padecen el martirio de la sangre, simplemente porque son Cristianos y quieren permanecer Cristianos, mientras en nuestro Occidente materialista sufren el martirio de la conciencia. Pero, como nos asegura Nuestro Señor mismo: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. El cuerpo obligatoriamente será condenado a la muerte; el alma es inmortal.
La Iglesia de Cristo es principalmente dos cosas: a) un Hospital que cura y sana cada enfermedad espiritual y corporal; es el único Hospital en el que uno entra enfermo y sale sano. En los otros hospitales puede suceder lo contario: entrar sano y salir enfermo. b) una Fábrica que produce mártires y santos. Si no sana las enfermedades y no produce mártires y santos no es la Iglesia de Cristo, sino un Organismo social de este mundo vano, como otros Organismos similares.
Pero gloria, agradecimiento, honor y adoración a Dios Trino, que sigue, en un mundo sensualista, agnóstico y apóstata, premiando a Su Santa Iglesia con médicos, mártires y santos. Ellos son la gloria, el orgullo, la corona, el fundamento, la fuerza, la esperanza, el sostenimiento y el ejemplo viviente para todos nosotros, que queremos y luchamos para ser Cristianos auténticos y verdaderos y no nominativos. Ellos se ponen ante los hombres con la parte del Señor, seguros de que también Él se pondrá con su parte ante Su Padre en los cielos. No lo niegan para no ser negados ante el Padre. Sucede lo mismo con los atletas. Padecen todo para recibir al final la medalla. Y los mártires son llamados atletas de Cristo y de la Iglesia, porque padecen todo para recibir la Corona de Oro, el Paraíso, la vida eterna. Paralelamente son un puente firme, seguro y auténtico de Unidad entre todos los Cristianos de hoy.
El pasado día 16 de febrero en su discurso que dirigió al Rvdo. John Chalmers, Moderador de la Iglesia Reformada de Escocia, el Papa Francisco ha dicho: “La sangre de nuestros hermanos cristianos es un testimonio que grita. Sean católicos, ortodoxos, coptos, protestantes, no interesa; son cristianos. Y la sangre es la misma, la sangre confiesa a Cristo”. Permanecer impasibles frente a la sangre de nuestros hermanos significa no confesar a Cristo, sino que negarlo. O para expresarme con el sagrado Salmista: “Confesarlo con los labios solo y no con el corazón y la mente”. Y en este caso sucederá esto que ha dicho Cristo: “Si no hablan los hombres, hablarán las piedras”. Y esto vale más cuando las piedras están emergidas por la sangre de mártires confesores.
Nos alegramos y regocijamos, queridos hermanos y hermanas en Cristo, por esta confesión y por este martirio de sangre y de conciencia de nuestros hermanos Cristianos en todo el mundo, y especialmente en la amada región del Medio Oriente, y rogamos calurosamente que su martirio y testimonio aleje nuestros miedos mundanos, fortalezca nuestra fe, restituya nuestras faltas y limpie nuestros pecados a través una confesión de nuestra fe heroica y pública, la penitencia y el arrepentimiento, situaciones que nos llaman a vivir más fuertemente este importante y significativo periodo litúrgico que todos los Cristianos, Orientales y Occidentales, atravesamos: la Santa y Gran Cuaresma de Pascua de Resurrección.
A todos deseo una buena y santa Gran Cuaresma y una feliz llegada a “la fiesta de las fiestas” y a “la solemnidad de las solemnidades” (San Juan Crisóstomo), la Santa Pascua de Resurrección, en la que festejamos nuestro pasaje de la esclavitud a la libertad, de la corrupción del pecado a la incorruptibilidad, de la tierra al cielo, de la muerte a la vida, vida de Cristo Resucitado, vida eterna. Amén".
Fuente: Arzobispado Ortodoxo de España y Portugal (Patriarcado Ecuménico)