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lunes, 24 de marzo de 2014

Entrevista al P. Archimandrita Demetrio (Sáez)

 
-¿De dónde es?
 
Nací en Valencia, de una familia española. Mi madre era ortodoxa por sus antepasados familiares de mi madre. Esta es la razón por la que yo y mis hermanos hemos seguido esta misma confesión. Mi experiencia de niño sobre la fe ortodoxa es poca, porque en Valencia no había una Iglesia Ortodoxa y de vez en cuando venía un sacerdote ortodoxo de Marsella o de Niza, que iba pasando por toda la costa, y celebraba los sacramentos con todos los ortodoxos que estaban dispersos por esta zona.
 
-¿Por qué se hizo monje en el Monte Athos?
 
El lugar es secundario, lo importante, quizás, es el porqué llegué al monacato. Lo hice tras una reflexión personal, opté por ello ya de mayor. No estaba satisfecho con la vida que llevaba, con esto no quiere decir que llevara una vida disipada, pero llevaba una vida en la que hacía lo que en aquel entonces hacíamos los jóvenes. Dios existía, pero estaba en el sentido de que si me sobraba tiempo, ya me acordaría de Él.
 
Estudié en la universidad y entré a trabajar en la empresa privada, y fue el director del departamento donde yo trabajaba quien me despertó la inquietud. El que yo en aquella época no fuera feliz era normal, no tenía las cosas que me apetecía y, bueno, aquello siempre te deja un vacío.
 
Fue este hombre, el director del departamento, el que, curiosamente, en una conversación me dijo: ¿Por qué tratas a la gente con tanta frialdad y tan rápidamente?
 
Le contesté: con todo lo que tengo que hacer, prácticamente es que me estorban, y, además, vienen con unas preguntas, unas cuestiones raras y personales que no tengo yo que resolverles.
 
El me contestó: ¿No has pensado que, a lo mejor, estás personas están solas y lo único que quieren son cinco minutos de tu tiempo?
 
Aquello me encendió dentro como una luz, una luz en la que vi que, hasta entonces, yo solo había vivido para mí. Los estudios los había hecho para mi provecho personal y profesional, pero sin participar de nada. entonces, aquello que alguna vez aparecía en el pensamiento de quizás tu podrías, comenzó a tomar cuerpo y consulté con una persona experimentada, que luego se convirtió en mi padre espiritual, y era el obispo auxiliar de París que venía regularmente para atender las comunidades ortodoxas en España, hoy día es metropolita. Entonces, pues, le hablé de esos pensamientos que me venían de vez en cuando, de estas posibilidades, de las que si hasta entonces no las había tomado enserio, empezaba a tomarlas ahora. Él me aconsejó que estudiara teología en España, puesto que en aquel entonces tendría que haber ido a estudiar a París o a New York. Me dijo que estudiase teología para ir acostumbrando el oído al lenguaje teológico y comenzar a manejar conceptos teológicos. Comencé a estudiar teología en la universidad de Comillas, y cuando terminé prácticamente tenía decidida mi vocación. Luego de esto comencé a estudiar en París, pero, antes, me aconsejó que tuviera una experiencia en un monasterio, y tuve esa experiencia en un monasterio francés. Aquella experiencia me hizo ver que yo sí podría llevar una vida de este tipo; por otra parte, la liturgia, el estudio, la meditación, la Lectio Divina, el trabajo en la celda, la lectura de los Santos Padres... realmente me gustaba. Aquella experiencia me aclaró muchísimo.
 
No todo fue tan fácil. Tenía que solucionar mi asunto laboral, tendría que trabajar o dejarlo. Una vez decidido todo, quien menos lo comprendió fue mi familia. Yo, por aquel entonces, gozaba de una buena posición en la empresa en la que trabajaba, de hecho era el director de personal, y aquello para mis padres suponía un golpe muy duro, el que yo dejara una vida exitosa y cómoda para encerrarme en un monasterio, monasterio donde según mi madre, no me iba a ver nunca más y que me iban a mandar a África y allí me comerían los leones, etc… Les resultaba incomprensible.
 
Mi primera formación monástica en Grecia fue en el monasterio de San Nicolás Varsas, en el Peloponeso. Después, cuando el abad fue promocionado como metropolita a una importante sede en Grecia, hubo una especie de crisis hasta elegir el nuevo abad, incluso el anterior me proponía como candidato, pero yo no tenía la experiencia suficiente para esos puestos ni era griego, tampoco hablaba bien griego, tampoco lo hablo bien ahora. Luego seguí la vida monástica en otro monasterio, el monasterio IVIRON del monte Athos y fueron muy benevolentes al contarme entre sus hermanos.
 
- ¿Qué suele costar más al principio de la vida monástica?
 
Para mí la humildad, y eso que cuando explico el régimen de vida monástica la gente se asusta; por ejemplo en Ibiron comenzamos el Oficio a las dos de la mañana, por lo que a la una y media nos levantamos, vamos al catolicón para celebrar el Oficio de Orthros, Oficio que compone una especie de mezcla de los Maitines y Laudes occidentales. Todo está en acostumbrarse, se acuesta uno más temprano y punto.
 
Lo que en Occidente equivale a los votos monásticos, en Oriente se llama promesas monásticas, y son prácticamente las mismas que aquí. Pobreza, que no me costó nada; castidad, uno ni piensa en ella, pues las energías del monje se gastan en otras actividades como el trabajo manual e intelectual; en lugar de la obediencia, nosotros hacemos la promesa de la humildad, entendemos que la obediencia es una consecuencia de la humildad. Esta virtud de la obediencia es la virtud más difícil de alcanzar y la promesa más difícil de cumplir.
 
-¿Cómo fue su proceso formativo?
 
Hay un periodo de prueba, período de no reglado. En Oriente cuando uno entra a un monasterio se le adjudica un maestro, un padre espiritual, y él es quien te va enseñando, quien te va guiando en la vida de monje hasta que da cuenta de que estás preparado para hacer la profesión. Naturalmente que antes de esto hay un tiempo previo de postulantado, postulantado en clave occidental podríamos decir, luego vendría la toma de hábito, y comienza ese período de un año o dos años , pero si a los tres años no se ha presentado un informe favorable del candidato que quiere abrazar la vida monástica se le invita a marcharse.
 
-¿Podría hacer una breve reflexión en torno a la Profesión monástica como sacramento?
 
Todo sacramento es un signo visible de la gracia invisible. En Oriente nunca ha habido una opinión común sobre cuantos eran los sacramentos, para algunos santos padres eran tres, para otros llegaban hasta diez… La fijación de siete para el número de los sacramentos en Occidente fue en el Concilio de Trento, y antes también había ese criterio. En Oriente, en aquello que no está fijado por un concilio, como de obligada creencia, uno puede seguir la opinión que mejor le cuadre.
 
El fundamento de todo sacramento, que es un fundamento bíblico, también se da en la profesión monástica. ``Maestro bueno ¿qué de hacer para alcanzar la vida eterna? ¿Tú que lees? Amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma, etc. Haz eso y lo lograrás´´. El Señor da un mínimo para alcanzar la vida eterna, y no se pide más; pero en el origen del monacato está el vivir eso de una manera radical, por eso el monje es un cristiano radical. El Señor da una opción de mayor exigencia: Si quieres ser perfecto vende todo cuanto tienes, ven y sígueme. El Señor nos pide desprendernos de todo y, a cambio, al dedicar tu vida a Dios, por la toma del hábito y la profesión monástica, el Señor te garantiza las fuerzas espirituales suficientes, la asistencia del Espíritu a través de tu maestro, de tu regla y de tus hermanos de comunidad a llevar adelante esa perfección.
 
¿El signo visible de esta gracia invisible? La toma del habito y las promesas al Señor. Ese es el canal por el cual el monje obtiene la gracia del sacramento.
 
Hay otros actos que para Oriente son sacramentos también, aunque en Occidente se considera sacramentalia, por ejemplo un funeral, una unción real, la santificación de las aguas… Todos estos son signos visibles por los cuales se obtiene la gracia del Espíritu Santo.
La Profesión monástica no imprime carácter. En Oriente hay un solo sacramento que imprime carácter, el bautismo, los demás se puede repetir. Un ejemplo: un miembro de la Iglesia Ortodoxa que abandona la Iglesia Ortodoxa y luego vuelve a ella, ha de ser crismado otra vez. Aquel que por su vida ofensiva hacia Dios, hacia los demás, vuelve a la amistad con Dios por el sacramento de la penitencia, y si algún día cae otra vez, pues volvería de la misma manera. El matrimonio, cuando se ha visto que la gracia santificante ha dejado de fluir se puede disolver ese matrimonio mediante el divorcio y volver a casarse los cónyuges. El monje en cuanto que está unido a su comunidad y rindiendo la obediencia de vida a su abad es monje, si fuera lo contrario no sería monje. De igual manera le pasa a un presbítero, es presbítero en cuanto que está unido a su obispo, y un obispo lo es en tanto que está unido a su santo sínodo, y si por cualquier razón abandonan esas situaciones pierden el carácter presbiteral y episcopal.
 
-¿Cómo es un día normal en su monasterio?
 
La vida del monje oriental está dedicada al Oficio Divino. Los oficios son muy largos, entre otras cosas porque esa es la vocación del monje, la de la alabanza a Dios, y porque en nombre de toda la cristiandad y de toda la humanidad damos gloria a Dios. La vida del monje comienza muy temprano, esto depende de los horarios de cada monasterio en el monte Athos, ya que se llevan varios horarios: se lleva el horario bizantino, el occidental, y el caldeo. Mi monasterio lleva el caldeo, de tal forma que cuando anochece es la una. Nosotros nos levantamos a las ocho de la mañana, pero en el horario occidental, que se sigue en Grecia, serían la una de la madrugada. Comienza el Oficio a las dos y termina sobre las seis y medio, a continuación tomamos una pequeña colación consistente en una taza de té, un rebanada de pan de centeno y algunas aceitunas, siempre que no sea día de ayuno. Después cada monje va a la obediencia que le han encomendado y las Horas Menores cada monje la reza en su celda, si las rúbricas no prescriben otra cosa. En Oriente se lleva mucha vida de celda y hay monjes que, en su obediencia, lo que pueden hacer lo hacen en su celda, pero eso sí, las celdas son muy grandes. Sobre las diez de la mañana es el almuerzo, excepto si es día de ayuno, en cuyo caso queda suprimido, y sobre las tres de la tarde es el Oficio de Vísperas, luego, sobre las cuatro de la tarde, es la cena e inmediatamente después el Oficio de Completas y el monje se retira a su celda.
 
-¿Qué le pasó por la cabeza cuando le eligieron obispo?
 
¿A mí? Nada, ni me lo merecía entonces ni lo merezco ahora. El episcopado no es un premio. Es la cruz que el Señor te envía para que, tomándola, le sigas.
 
-¿Cuál es su misión en España?
 
Desde la llegada masiva de los inmigrantes hubo necesidad de atenderles espiritualmente. Cuando empezaron a venir los inmigrantes de los países del este de confesión ortodoxa, apenas había clérigos en España, pues la llegada de clérigos de las jurisdicciones búlgara, rumana o rusa ha sido muy reciente. Para atender espiritualmente a sus fieles ortodoxos, comenzaron a enviar clérigos ortodoxos de una u otra jurisdicción, aunque según los cánones todo sería responsabilidad del Patriarcado de Constantinopla, pero en tanto esta situación se soluciona diversos sacerdotes de una u otra jurisdicción atienden a sus compatriotas.
 
Mi función consistía en organizar las parroquias, y cuando la situación estaba más o menos estable y teníamos un candidato, dejarlo allí de presbítero. Soy el canciller de la metropolia, el penitenciario de la diócesis y el secretario de la conferencia episcopal, con lo que tiempo no me sobra.
 
-¿Cuál es la realidad de la Iglesia Ortodoxa en España?
 
La Iglesia Ortodoxa en España es prácticamente desconocida, esto se refleja en los medios de comunicación, televisión, radio, periódicos, etc. Conocemos al dedillo cuando llega el período del Ramadán, cuando se acuestan, cuando se levantan, cuando comen y cuando beben, pero de la Ortodoxia apenas se conoce nada y fieles ortodoxos en España habrá un millón quinientos mil, o sea, es una minoría a tener en cuenta. La mayor parte de estos fieles ortodoxos son extranjeros, aunque también hay familias ortodoxas y españolas.
 
La situación desde el punto de vista social es que la población española la mira con sospecha (a la Ortodoxia), pero cuando la conocen, nos ven con admiración y respeto. Con la jerarquía católica, nuestros hermanos mayoritarios en España, pues hay de todo, es decir, hay unos con los que la relación es diplomática y correctos, y hay otros clérigos, incluso obispos, que son francamente generosos y colaboradores. Tengo la suerte de honrarme con la amistad de varios de ellos y debo decir que siempre bendeciré al Señor por todo lo que me han ayudado y por todo lo que hacen por nuestras comunidades. Nuestra feligresía es una población, primero, venida de fuera y, por lo tanto, flotante, no se sabe si se quedarán o volverán, y, segundo, en un momento económicamente precario no son comunidades que disfruten, desde el punto de vista eclesiástico, de un posición elevada: quiero decir con ello que no hay fondos para edificar, ni para comprar terrenos y tampoco parece, en las situaciones actuales, prudente que lo hiciéramos así. No se puede obligar a una comunidad, que no sabemos si se va o no a quedar, al compromiso de comprar un terreno o a edificar una iglesia de la que no se sabe su futuro, creo que parece muy arriesgado. Es por esta razón que recurrimos siempre a la caridad ecuménica de la Iglesia Católica, y en muchos casos somos muy bien atendidos, en otros no nos pueden atender como sería su voluntad. Andamos siempre a la búsqueda de un hueco para atender espiritualmente a nuestros fieles.
 
Pensemos que un emigrante es un desarraigado, desarraigado de su país, desarraigado de su cultura, desarraigado de sus amigos y familia, y también desarraigado de su ambiente espiritual, por lo que cuando llegan aquí necesitamos mucha paciencia y cordura para poder ayudarle y mucha gracia de Dios para acudir a un sitio o a otro. A todo ello se ha de sumar un agravante: hasta hace muy poco en aquellos países de los que venían el régimen político no era de tolerancia hacia las realidades religiosas, por lo que muchos de ellos, bendito sea Dios, vienen con lo que sus abuelos les habían trasmitidos, con lo que, además de atenderles espiritualmente, tenemos la urgente necesidad de una catequesis para ayudarles a clarificar su fe. La cosa todavía se complica más, pues se insertan en una sociedad tan permisiva como es la española y con un componente laicista muy acusado, por lo que aquellas personas que vienen de su país, con una fe prendida con alfileres, con una moral que precisamente allá tampoco se les inculcaba desde los poderes públicos sino desde los púlpitos, cuando se podía predicar, y vienen aquí, país donde ven un acusado relativismo religioso, nos complica la atención a estas personas. La realidad es esa.
 
-¿Qué impresión, según usted, tiene Occidente de Oriente?, ¿Y viceversa?
 
Occidente es muy racional: todo tiene que verlo, tocarlo y explicarlo; Oriente es más especulativo, y estas reglas, tan absolutas que llevamos en Occidente, para Oriente no son importante, porque la vida transcurre de otra manera. Voy a poner un ejemplo, me serviré del culto ortodoxo. En todas las iglesias ortodoxas hay lo que se llama el iconostasio, una pared que separa lo que es santuario de la nave de los fieles. Los españoles me hacen la observación de que no pueden ver nada, pero yo les digo que ahí no hay nada que ver, lo que hay que hacer es creer. En Oriente esto no pasa. Se conforman con saber que allí está ocurriendo un milagro, que es la transformación del pan y del vino por obra del Espíritu Santo; por muy atento que se esté no se va a contemplar el milagro. Con este ejemplo quiero mostrar como son las dos mentalidades.
 
-¿Cómo se configura la Iglesia Ortodoxa?
 
La Iglesia Ortodoxa está, desde el punto de vista jerárquico, dividida en patriarcados o autocefalías, es decir, en territorios en los cuales la Iglesia se administra ella misma, mediante un Sínodo de obispos ,y dentro del Sínodo eligiendo a un primado que coordina todo. Entre todos los Patriarcados están los Patriarcados Antiguos y los Patriarcados Modernos. Los Patriarcados Antiguos son aquellos que conformaban en el pasado la Pentarquía, es decir, Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquia y Jerusalén Después de la separación de Roma quedaron los cuatro Patriarcados restantes. De todos ellos, el Patriarcado de Constantinopla representa el primer Patriarcado, pero es un Patriarcado de coordinación, de animación de la Ortodoxia e, incluso, de apelación, mas no es un Patriarcado de poder y jurisdicción, no es el equivalente a lo que es el Papa de Roma al catolicismo. El papel del Patriarca de Constantinopla es de coordinar la acción de sus hermanos primados de iglesias, su labor es de animación de los Sínodos de los Primados, en conferencias que examinan intereses comunes para toda la Ortodoxia, y resolución de problemas que se plantean.
 
Cada Iglesia autocefala es presidida por un Patriarca o Arzobispo, depende del título que tenga. Además de ser el Ordinario de la ciudad cuyo nombre lleva, es también quien preside el Consejo, el Santo Sínodo que gobierna la Iglesia, de tal manera que cuando se transmite algo a toda esa Iglesia local siempre se dice: El Patriarca o Arzobispo de… y su Santo Sínodo deciden… Por debajo del Santo Sínodo, compuesto por los obispos, están los obispos locales y los obispados están divididos en parroquias. Cada obispado puede tener uno, dos o tres monasterios o más, tanto de hombre como de mujeres, que dependen del obispo en lo que no atañe a la vida de la comunidad, de tal manera que la autoridad del obispo termina en la puerta del monasterio, dentro la autoridad es del Abad. No conforman una Órdenes como en la Iglesia Católica, sino que el monje es monje y la monja es monja, tienen la misma Regla, la de San Basilio, todos viven igual, cada uno en su monasterio, pero sometidos a la autoridad episcopal.
 
- ¿Qué aporta a la Iglesia Ortodoxa el hecho de que sus obispos sean elegidos entre los monjes?
 
Yo suelo encontrar una diferencia entre el episcopado oriental y el occidental. Por supuesto que en Occidente hay obispos que pertenecen a una familia religiosa, pero en general, me llama la atención, en el buen sentido, que la formación de los obispos occidentales suele ser en Derecho Canónico, cosa que en los orientales no. En Oriente, obviamente, suelen tener su formación intelectual, pero no es precisamente por su ciencia por lo que son elegidos, sino por su trabajo en el monasterio. Conozco un metropolita que es físico nuclear y antes había sido miembro de la NASA, pero no se le eligió metropolita por ello sino por su labor en el monasterio. ¿Qué se le pide al obispo en Oriente? Ha de ser padre y pastor, y la forma de aprender a ejercerla es en un monasterio.
 
El hecho de que los obispos sean elegidos entre los monjes es una regla canónica, quiero decir con ello que si un día un concilio decide otra cosa no pasaría nada.
 
Lo que aporta el hecho de que los obispos salgan de entre los monjes es la certeza de que es un hombre de Dios. Lo que el obispo lleva a su diócesis es su vivencia espiritual, su relación con los demás monjes que traslada, en su nueva relación, a los sacerdotes y laicos colaboradores suyos en su diócesis, hasta tal extremo que, por ejemplo, las insignias episcopales no de los obispos, sino monásticas, y como quiera que el monje o el abad cuando era elegido obispo se llevaba sus prerrogativas se incorporaron al episcopado.
 
-¿Cómo ve actualmente la relación ecuménica entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa en España y en el mundo?
 
Hay quien dice que se pasa por una especie de invierno ecuménico. Yo diría que hemos recorrido un camino y, ahora, nos encontramos en una encrucijada, y quizás tengamos que tomar otro camino, pero no tenemos muy claro por donde andar. No es que el ecumenismo esté agotado porque, sino como el esfuerzo ecuménico ha sido grande en los años atrás y puede que ahora tengamos que tomar un descanso en este ascenso, un ascenso que va desde de la nada entre católicos y ortodoxos; ambos con los protestantes, a tener, en muchos casos, relaciones absolutamente entrañables. Ese esfuerzo nos ha dejado un poco cansado y nos hemos sentado un momento para ver por donde tirar de nuevo, no vaya a ocurrir que tomemos un camino que parece más fácil y caigamos por un barranco.
 
-¿Qué papel juega el monacato de nuestras Iglesias en el camino hacia la unidad?
 
El papel es fundamental. San Benito, patriarca del monacato occidental, se refería a San Basilio como ``nuestro Padre San Basilio´´. Siendo el monacato de occidente hijo del oriental, comparten los mismos fines y medios: santificación del mundo y del monje en una comunidad mediante la ascesis, la oración, el cultivo de las virtudes, la celebración del Culto Divino y viviendo de sus propios medios. Los monjes entre sí se entienden con mayor facilidad que el resto de clérigos o laicos. Un monje oriental que visita un monasterio de occidente, o viceversa, no encuentra más dificultad que la lengua o el rito, pero como les anima el mismo espíritu, se adaptan muy fácilmente. En oriente, las peregrinaciones de los fieles ortodoxos a los monasterios es algo muy común, esperando encontrar la paz, el sosiego y el consejo espiritual. De la misma manera, en occidente, no solo se espera encontrar arte y cultura en los monasterios, sino también se aguarda de sus monjes el consuelo espiritual en un mundo agitado.
 
-¿Celebraremos juntos algún día la Eucaristía?
 
Habría que distinguir entre ''celebrar juntos'' y ''concelebrar''. Un católico o un ortodoxo pueden perfectamente participar en las ceremonias de uno otro indistintamente, con una salvedad: los ortodoxos sólo admiten a la comunión a los ortodoxos, prohibiendo, además, que se comulgue en otra Iglesia que no sea ortodoxa. Esta disciplina tan rigurosa se basa en el concepto que tienen de la comunión. No se trata de un asunto propio de la piedad individual, sino de toda la comunidad eclesial; además, la comunión es considerada como expresión de misma fe y de vida, algo que todavía no se ha llegado entre las dos Iglesias. Se entenderá, pues, que dos presbíteros de las dos Iglesias no estén en el mismo altar celebrando una misma ceremonia.
 
Sin embargo, el ecumenismo, esto es, la búsqueda de la unidad perdida de la Iglesia de Cristo, es una exigencia y un mandamiento; podríamos decir que es, incluso, el testamento de nuestra común Señor, cuando la víspera de su Pasión rogó al Padre que ''sean uno para que el mundo crea''
 
Desde hace algunos años participo en encuentros internacionales e interconfesionales de religiosos y religiosas. A las celebraciones de cada Confesión asiste el resto con absoluto respeto y devoción, y sacando el propósito de trabajar para restituir la unidad perdida. Ésta, la unidad perdida, se logrará cuando el Señor quiera, mientras tanto hemos de convertirnos en instrumento de ese deseo divino.
 
 
Fuente: Benedictinos de Canarias