PRIMUS SINE PARIBUS
(PRIMERO SIN IGUALES)
Respuesta al Texto sobre la Primacía del Patriarcado de Moscú
Elpidoforos Lambriniadis
Metropolita de Bursa
Profesor de la Facultad Teológica de la Universidad Aristotélica de Tesalónica
En una reciente decisión sinodal (1), la Iglesia de Rusia parece haber escogido una vez más (2) aislarse tanto del diálogo teológico con la Iglesia Católica Romana como de la comunión con las demás Iglesias Ortodoxas. Existen dos puntos que vale la pena notar desde un principio, los cuales son indicativos de la intención del Sínodo de la Iglesia de Rusia:
Primero, su deseo de socavar el texto de Ravena (3), invocando razones aparentemente teológicas a fin de justificar la ausencia de su delegación en la reunión plenaria de la comisión conjunta (ausencia ordenada, como todos saben, por otras razones) (4); y
Segundo, de retar de la manera más abierta y formal (por decreto sinodal concretamente) la Primacía del Patriarcado Ecuménico dentro del mundo Ortodoxo, al observar que el texto de Ravena, sobre el cual todas las Iglesias Ortodoxas estuvieron de acuerdo (con la excepción, claro está, de la Iglesia de Rusia), determina la Primacía del obispo en los tres niveles de la estructura eclesiológica en la Iglesia (local, provincial, universal) lo cual apoya y asegura también la Primacía de la Primera Cátedra de la Iglesia Ortodoxa.
El texto de la posición del Patriarcado de Moscú sobre el “problema” (como ellos lo llaman) de la Primacía en la Iglesia universal, no niega ni el sentido ni el significado de Primacía; lo cual, hasta este punto, es correcto. Adicionalmente, sin embargo, procura realizar (ciertamente, como veremos, de manera indirecta) la introducción de dos distinciones relacionadas con el concepto de Primacía.
1-La distinción entre primacía eclesiológica y teológica
La primera diferenciación introduce un contraste entre la primacía, cuando es aplicada a la vida de la Iglesia (eclesiología), y de la supremacía en cuanto es comprendida en la Teología. El texto del Patriarcado de Moscú es, por lo tanto, forzado a adoptar una distinción sin precedentes entre, por una parte, la primacía “primaria” del Señor y, por otra, las primacías “secundarias” de los obispos (las varias formas de primacía… son secundarias), aunque más adelante en el mismo texto será sugerido que el obispo es imagen de Cristo (cf 2.1), lo cual parece implicar que las primacías son homólogas, o al menos análogas, y no simplemente unánimes. Aún la formulación escolástica de tales distinciones entre primacías “primarias” y “secundarias” demuestra la sigilosa contradicción.
Más aún, la intención de separar la Eclesiología de la Teología (o de la Cristología) tendría consecuencias adversas tanto para una como para la otra. Ya que la Iglesia es verdaderamente el Cuerpo de Cristo y la revelación de la vida Trinitaria, entonces no podemos hablar de diferencias y distinciones artificiales que quebrantarían la unidad del misterio de la Iglesia, el cual resume tanto las formulaciones teológicas (en el estrecho sentido de la palabra) como las cristológicas. De manera contraria, la vida eclesiástica separada de la teología y se reduce a un seco instituto administrativo, mientras, por el otro lado, una teología sin correspondencia a la vida y estructura de la Iglesia acaba como una estéril inquietud académica. De acuerdo al Metropolita Juan de Pérgamon: “La separación de las instituciones administrativas de la Iglesia del dogma, no es solamente algo desafortunado, sino además peligroso (5)”.
2-La separación de los diferentes niveles eclesiológicos
La segunda diferenciación, que según nuestra opinión pretende introducir el texto del Patriarcado de Moscú, hace alusión a los tres niveles eclesiológicos de la estructura de la Iglesia. Y es aquí donde, según parece, está concentrado todo el peso del texto. El texto afirma que la primacía es entendida e institucionalizada de una manera en el nivel local de la diócesis y de otra en el nivel regional de una “arquidiócesis autocéfala” (sínodo eparquial autocéfalo); y aún es determinada de otra manera en el nivel de la iglesia universal (cf. 3: “Debido al hecho que la naturaleza de la primacía, que existe en varios niveles del orden eclesiástico [diocesano, local y universal] varía, las funciones de los primus en diferentes niveles no son idénticas y no pueden ser transferidas de un nivel a otro”).
La decisión Sinodal afirma que, no sólo difieren estas tres primacías, sino que aún sus fuentes son diferentes: la primacía del obispo local tiene como fuente la sucesión apostólica (2:1), la primacía de la cabeza de una iglesia autocéfala su elección por el sínodo (2:2) y, la primacía de la cabeza de la iglesia universal, el rango que se le atribuye por las dípticas (3:3). Por lo tanto, concluye el texto del Patriarcado de Moscú, estos tres niveles y sus correspondientes primacías no son comparables entre sí, tal como el texto de Ravena los interpreta, basado en 34º canon Apostólico.
Es claramente evidente el angustioso esfuerzo en la presente decisión Sinodal de convertir la primacía en algo externo y, por lo tanto, ajeno a la persona del primado. Esto es lo que consideramos ser la razón por la cual la posición del Patriarcado de Moscú insiste tan fuertemente en determinar las fuentes de la primacía, las cuales siempre difieren de la persona del primus, de tal manera que el primado se convierte en recipiente, en lugar de ser la fuente de su primacía. ¿Será que esta dependencia implica además la autonomía de la primacía? Para la Iglesia, una institución está siempre hipostatizada en una persona. Nunca podremos encontrar una institución impersonal, de la manera como sería si la primacía fuese concebida independientemente del primado. Debe aclararse acá, que la primacía en el primus es también hipostatizada por el lugar específico, la Iglesia local, la región geográfica sobre la cual el primado preside (6). Es importante observar en este punto las siguientes contradicciones lógicas y teológicas.
i) Si el primus es recipiente de su primacía, entonces la primacía existe sin él y sin necesidad de él, lo cual es imposible. Esto aparece muy claramente en la justificación dada para la primacía en los niveles regional y ecuménico. Para el nivel regional, la fuente de la primacía es considerada el sínodo eparquial; pero ¿puede acaso haber un sínodo sin un primus? La relación dialéctica entre el primado y su sínodo, tal como fue formulado en el 34º cánon de los Apóstoles (al igual que en los cánones 9º y 16º de Antioquía, de acuerdo a los cuales un sínodo sin un jerarca que lo presida es incompleto), es abrogada a favor de una relación unilateral, donde los muchos constituyen el uno, el primus, contradiciendo así toda razón, según la cual el jerarca que preside es el factor constitutivo y el garantizador de la unión de los muchos (7). Un segundo ejemplo de la contradicción lógica es el ejemplo de las Dípticas. En este caso el síntoma es tomado por causa, y lo significado es confundido con el significador. Las Dípticas no son la fuente de la primacía en el nivel interprovincial, sino más bien su expresión – de hecho, una de sus expresiones. Por sí solas, las Dípticas constituyen una expresión del orden y jerarquización de los Patriarcados y las Iglesias Autocéfalas, y una jerarquzación tal requiere al primus (seguido por el segundo, por el tercero, y así consecutivamente). No pueden las Dípticas de manera retrospectiva constituir la primacía, sobre la cual ellas mismas están basadas.
Para poder entender las innovaciones más claramente, veamos por un momento lo que todo esto significaría si lo relacionáramos y lo aplicáramos a la vida de la Santa Trinidad, la fuente de toda primacía (“Así habla el Señor, el Rey de Israel, su redentor, el Señor de los ejércitos: Yo soy el Primero” (Is. 44:6) (8).
La Iglesia ha entendido desde siempre y sistemáticamente a la Persona del Padre como el Primero en la comunión de la Santa Trinidad (“la monarquía del Padre”) (9). Si fuera aceptada la lógica de la innovación de la Iglesia de Moscú que está bajo examen, estaríamos obligados también a afirmar que Dios Padre no es Él mismo la causa sin principio de la divinidad y de la paternidad (“Por eso doblo mis rodillas delante del Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra” Ef. 3, 14-15), sino que se convierte en recipiente de su propia “primacía”. ¿De dónde, pues? ¿De las otras Personas de la Santa Trinidad? Pero ¿cómo podríamos suponer esto sin invalidar el orden de la teología, como escribe San Gregorio el Teólogo, o aun peor, sin volcar - o hasta podríamos decir sin “confundir”– las relaciones de las Personas de la Santa Trinidad? ¿Es acaso posible que el Hijo o el Espíritu Santo “precedan” al Padre?
ii) Cuando el texto del Santo Sínodo de la Iglesia de Rusia no acepta reconocer a un “jerarca universal”, bajo el pretexto que la universalidad de dicho jerarca “elimina la igualdad sacramental de los obispos” (3:3), simplemente formula un sofisma. En cuanto su sacerdocio, claro está, todos los obispos son iguales, pero ni son ni podrán ser iguales como obispos de ciudades específicas. Los cánones sagrados (Como el 3er cánon del Segundo Concilio Ecuménico, el 28º del Cuarto Concilio Ecuménico, el 36º del Quintisexto Concilio) jerarquizan a las ciudades, atribuyéndoles a algunas el estatus de Metropolitana y a otras el estatus de Patriarcado. De entre estas últimas, a una le atribuyen además la responsabilidad primaria, a otra responsabilidad secundaria, y así sucesivamente. No todas las Iglesias locales son iguales, ni en orden ni en rango. Y debido a que un obispo nunca será obispo si carece de una asignación específica, y deberá, por lo tanto, ser el obispo que preside sobre una Iglesia local – es decir, será siempre el obispo de una ciudad específica (lo cual es una característica inseparable y condición de una ordenación episcopal) – entonces los obispos también son categorizados análogamente (es decir, es diferente la dignidad de una Metrópolis a la de un Patriarcado; de igual manera se le atribuye una dignidad diferente a los Patriarcados antiguos, reconocidos por Concilios Ecuménicos, y otra distinta es atribuida a los Patriarcados más recientes). Por lo tanto, en esta jerarquización, sería inconcebible que no haya un primus (10). Muy al contrario, hoy observamos la aplicación de una nueva “primacía”, a saber, la “primacía de los números”, en la cual habiéndose apoyado aquellos que hoy ponen en tela de juicio la primacía universal y canónica de la Madre Iglesia (de Constantinopla), dogmatizan sobre el rango que carece de testimonio en la tradición de la Iglesia o, más bien, sobre la pretensión de que ubi russicus ibi ecclesia russica, es decir, “donde sea que haya un ruso, ahí también se extiende la jurisdicción de a Iglesia de Rusia”.
Durante la larga historia de la Iglesia, el jerarca que presidía en la Iglesia universal era el obispo de Roma. Después de la ruptura de la comunión Eucarística con Roma, el jerarca que preside en la Iglesia Ortodoxa es canónicamente el Arzobispo de Constantinopla. Observamos en el caso del Arzobispo de Constantinopla la coincidencia única de coexistencia de los tres niveles de primacía, es decir, la local (como Arzobispo de Constantinopla – Nueva Roma), la regional (como Patriarca), y la universal o mundial (como Patriarca Ecuménico). Esta triple primacía se traduce también en privilegios específicos, como el de la convocatoria o el derecho de conceder y eliminar autocefália (ejemplos de estos últimos son los Arzobispados-Patriarcados de Ochrid, Pec y Turnavo, etc.), privilegio que el Patriarca Ecuménico ha ejercido aún en casos de Patriarcados recientes, que todavía no han sido validados por decisiones de Concilios Ecuménicos, el primero de los cuales es precisamente el de Moscú.
La primacía del Arzobispo de Constantinopla no tiene nada que ver con Dípticas que, como ya dijimos, expresan simplemente esta jerarquización (que, una vez más en términos contradictorios, el texto del Patriarcado de Moscú acepta implícitamente, pero niega explícitamente). Si vamos a hablar acerca de la fuente de la primacía, entonces la fuente de dicha primacía es precisamente la persona misma del Arzobispo de Constantinopla, quien precisamente como obispo es uno “entre iguales”, pero como Arzobispo de Constantinopla, y por lo tanto como Patriarca Ecuménico es el primero sin iguales (primus sine paribus).
NOTAS
(1) Las lecturas y citas son tomadas del texto en inglés, “Position of the Moscow Patriarchate on the problem of primacy in the Universal Church,” (Posición del Patriarcado de Moscú sobre el problema de la Primacia en la Iglesia Universal), tal como fue publicado en la página web oficial del Patriarcado de Moscú: https://mospat.ru/en/2013/12/26/news96344/.
(2) Ejemplos característicos de otros casos similares de aislamiento incluyen la ausencia del Patriarcado de Moscú de la Conferencia de Iglesias Europeas, así como la ya establecida práctica de los representantes de esta Iglesia de celebrar la Divina Liturgia separadamente de los demás representantes de las Iglesias Ortodoxas, encerrándose en las Embajadas locales de la Federación Rusa, cada vez que se presenta una oportunidad de una Liturgia Panortodoxa en varios contextos.
(3) Su Eminencia Crisóstomo, Metropolita de Messinia, ha tratado ya este tema en su reciente artículo publicado el 30 diciembre de 2013, en la página web:http://www.romfea.gr/diafora-ekklisiastika/21337-2013-12-30-03-52-35.
(4) Acerca de lo que realmente sucedió en Ravena en el año 2007 y las lamentables impresiones registradas por los observadores Católicos Romanos, consultar el análisis del Padre Aidan Nichols en su libro Rome and Eastern Churches, San Francisco: Ignatius Press, 2nd Edition, 2010, pp. 368-9: “En octubre del 2006 [sic], la comisión resumió sus discusiones en Ravena, aunque el evento haya sido estropeado por la ‘retirada’ hecha por parte del representante del patriarcado de Moscú. La protesta del Obispo Hilarión en ningún momento fue causada por algún ‘malhecho’, real o imaginario, de la Iglesia Católica, sino por la presencia de la delegación de la iglesia Ortodoxa de Estonia, cuya autocefalía [sic], respaldada por Constantinopla, es todavía negada en Rusia. Su acto demostró, claro está, la necesidad precisamente de una fuerte primacía universal que pueda balancear la sinodicalidad en la Iglesia”. Y continúa: “la decisión del patriarcado de Moscú en octubre del 2007 de retirar a sus representantes de la reunión en Ravena… fue no solamente un irritante impedimento en ese diálogo; fue precisamente uno de esos sucesos que hace a los Católicos pensar que los ortodoxos necesitan a un papa tanto como el papa los necesita a ellos.” (p. 369).
(5) “The Synodal Institution: Historical, Ecclesiological and Canonical Issues,” (La Institución Sinodical: Asuntos Históricos, Eclesiológicos y Canónicos) en Theologia 80 (2009), pp. 5-6. [en Griego]
(6) El Patriarca de Antioquía por ejemplo, aunque ha residido por mucho tiempo en Damasco, sigue siendo el Patriarca de Antioquía, debido a que Damasco se encuentra dentro de la jurisdicción geográfica de esa Iglesia.
(7) Metropolita Juan de Pérgamo, “Recent Discussions on Primacy in Orthodox Theology” (Discusiones Recientes sobre Primacía en la Teología Ortodoxa), en el volumen editado por el Cardenal Walter Kasper, The Petrine Ministry: Catholics and Orthodox in Dialogue, New York: The Newman Press, 2006, pp. 231-248. Ver también: Metropolita Juan de Pérgamon, “Eucharistic Ecclesiology in the Orthodox Tradition” (Eclesiología Eucarística en la Tradición Ortodoxa), Theologia 80 (2009), p. 23. [En Griego].
(8) He tratado personalmente este tema durante una conferencia en la Escuela Teológica de la Santa Cruz en Boston: “Verdaderamente, al nivel de la Santa Trinidad el principio de la unidad no es la esencia divina, sino la Persona del Padre (‘Monarquía’ del Padre), al nivel eclesiológico de la Iglesia local, el principio de la unidad no es el presbiterio ni tampoco el culto común de los Cristianos, sino la persona del Obispo, así que a nivel Pan-Ortodoxo, el principio de la unidad no puede ser una idea o una institución, sino que debe ser, si es que queremos estar consistentes con nuestra teología, una persona.”
(http://www.ecclesia.gr/englishnews/default.asp?id=3986)
(9) En su III Discurso Teológico, San Gregorio el Teólogo escribe: “En cuanto a nosotros, lo honramos a Él como a la monarquía” (PG 36, 76). El concepto de monarquía corresponde “al orden de la teología” (5ª Oración Teológica, PG 36, 164). La Santísima Trinidad no compone una federación de personas; así que no debemos escandalizarnos cuando el mismo Teólogo de los Santos Padres habla de la monarquía y primacía del Padre divino.
(10) Este argumento ha sido claramente explicado en el artículo del Padre John Panteleimon Manoussakis, titulado “Primacy and Ecclesiology: The State of the Question,”, en la obra colectiva tituladaOrthodox Constructions of the West, editada por Aristotle Papanikolaou y George Demacopoulos, New York: Fordham University Press, 2013, p. 233.